18 de diciembre: La Navidad se acerca y…

laricp

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7 Septiembre 2005
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Vienen por la senda cruzando los campos

Estaba la mañana lentamente derramándose sobre los campos y el silencio lo invadía todo. El bosque parecía dormido sobre la almohada del viento y la sábana de hierba extendía su quietud quieta por las praderas. Solo el rumor del río saltando por las piedras y cayendo a los charcos limpios por el cauce en forma de escalera, se oía en la mañana. El dulce cascabeleo de la corriente del agua cantando las melodías de la mañana quieta.

Mañana silenciosa
sobre la tierra
entregando amorosa
esencia.
Como si el Universo entero
durmiera
mientras el blanco sol
lo besa.
Mañana honda y pura
que anuncia quieta
que la Navidad
ya llega.


Y tú y yo estábamos mirando, desde la parta primera del río, fijos en la senda que viene desde las tierras del Cortijo de la Viña. Te decía yo, concentrado en la espera:
- Sinombre, para nosotros una naranja es casi nada y por eso le damos poca importancia, pero para ellas, es como un tesoro muy exquisito que les alimenta y alegra.
Y mientras te contaba esto estaba yo pensando en las tres amigas bellas que ahora la niña tiene. Ellas valoran mucho las naranjas que nosotros les regalamos. Son frutas que no se dan en su tierra y, aunque las venden en aquellas tiendas, son tan caras que muy pocas personas pueden pagarlas. En Rusia hace mucho frío y, aunque allí se dan bien otras cosas, las naranjas nuestras no se crían.

Y estaba yo compartiendo contigo y comentando lo mucho que a ellas también les gusta coger naranjas de los naranjos de la Cañada del Agua, cuando las vi asomar por el camino. Cruzaban el río y subían la cuesta. Te volví a decir entusiasmado:
- Vete preparando que por allí vienen ya. Y mira quién les viene guiando, la niña nuestra. Camina ella delante subida en su caballo Enebro y a la grupa trae montada a Valeriya. Las demás y el niño suben andando. ¿Ves lo que te decía? Que tú hacía falta entre ellas en este momento. Gelya y Julia y el niño del río suben andando y tú aquí tan ricamente pastando. Tendremos que salirles al encuentro para recibirlas como se merecen y que se monten en ti para remontar la cuesta. ¡Anda, vamos! Ya sabes que a ellas les gusta tenerte a su lado y acariciar tus orejas y decirte cosas y que tú, sobre tu lomo, las mezas. Vamos aprisa antes de que se les acabe la vereda.

Y desde la parte alta del río, por donde brotan muchos veneros y la corriente es clara como el viento, nos preparamos nosotros. Todavía tienes tú la escarcha blanca trabada en los pelillos del hocico. Y también todavía cruje la hierba al pisar sobre ella del hielo que ha dejado por aquí la fría noche. Pero ya el sol de la mañana se alza y calienta y llena de oro y fuego los barrancos y las laderas. Te digo, cuando ya empezamos a bajar por la orilla del río en busca de ellas:
- En cuanto nos las encontremos le voy a preguntar a Valeriya si sabe algo de su tierra. Y te digo esto porque el otro día me decía ella que se lo iba a contar todo a sus padres. Para que él viera que por aquí en España ella tiene un buen grupo de amigos. Y para que sepa que, ahora que la Navidad se acerca, aquí en España ellas van a celebrarlo de una forma nueva y buena.
 
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