Por lo general, un dorso corto, al que se le ha permitido madurar y muscular correctamente antes de ponerle peso encima, se suele considerar un dorso fuerte. Ya que los dorsos largos, rectos o curvos, tienden a sufrir con el peso (lo mismo que los puentes, cuanto más largos más puntos de apoyo necesitan, pero el caballo sólo tiene dos puntos, los anteriores y los posteriores). No se tiene que notar los huesos de la columna, y tanto la inserción del cuello en el dorso como la del dorso en las caderas tienen que ser armoniosas y guardar proporción. En contrapartida, un dorso corto es un caballo menos flexible y con más dificultad para el ejercicio de según qué actividades. Por ejemplo, los caballos de salto suelen tener dorsos largos, pero nadie diría que por eso son dorsos débiles. Los caballos de doma con el dorso corto suelen tener más habilidad para los cambios de pie (más facilidad de meter los pies debajo de la masa), pero al ser más rígidos tienen problemas con los movimientos laterales tipo apoyos, cesiones etc. Los caballos con los dorsos más largos tienden a moverse mejor lateralmente pero tienen problemas con los cambios de pie y con los aires reunidos. Resumiendo: La tendencia a que un dorso sea fuerte o débil puede venir parcialmente determinada por la genética, pero hay un montón de factores más que influyen.