Como lo prometido es deuda, aquí va el relato del primer mes sin herraduras de mi caballo Kazak.
Antes de empezar, os contaré los motivos de hacer ahora este experimento, junto con otros que ya conocéis...
Hace un par de mese llegó a mis manos un pequeño tratado francés de Equitación militar, fechada su traducción española en 1792. Interesante en su género, pero podríamos decir que "uno más", de tantos como se escribieron en aquellos años, en que Europa andaba en guerras grandes, y se armaban otras aún mayores. :?
Pero a este tratadito, humilde en apariencia, hay algo que le hace muy especial: en el prólogo a su edición española, un Coronel de Caballería, hombre ilustrado y adelantado a su tiempo, dice, como quien no dice nada, que la Caballería, para mejorar en su desempeño, debería acometer cuatro reformas, que, al leerlas, me dejaron sorprendido como pocas veces lo he estado.
Una, desterrar el uso de las bridas con embocadura, sustituyéndolas con la inventada por el Mariscal Mauricio de Sajonia en la primera mitad del s. XVIII (y que era casi idéntica a las "modernas" que venden como "english hackamore").
Otra, abolir las herraduras, y dejar que los cascos de los caballos lleguen a la dureza que la Naturaleza puso en ellos.
Una tercera, cambiar las sillas rígidas y complejas por otras flexibles, que diesen comodidad y libertad de movimientos al caballo.
La cuarta, reformar por completo las cuadras, haciéndolas abiertas, luminosas, ventiladas, limpias, y secas, teniendo a los caballos en un ambiente natural y saludable.
Como es natural, habiendo nacido en España ese prodigio de adelantamiento, le tomaron por loco, y nadie le hizo caso, hasta que al fin desistió, y abandonó el Ejército. Perdió entonces España la ocasión de ser la nación con la Caballería más moderna del Mundo, y tal vez la triste Historia de nuestra patria hubiese sido algo distinta.
Aquel Coronel, en su sorprendente prólogo, daba tan buenas razones para sus reformas, que me convenció por completo, y me decidió (gracias, D. Manuel) a emprender en mi casa (a más no llego) la revolución que él quiso, sin lograrlo, imponer en el Ejército... es muy poco, pero menos es nada.
Dejemos, pues, al D. Manuel en la Gloria en que descansan merecidamente los genios, y vengamos a nuestro siglo recién estrenado, que es donde andamos mi buen Kazak y yo poniendo en práctica los consejos de aquel gran hombre.
El cambio de silla lo doy por hecho, al ser ya flexible la que uso, y el resultado magnífico. La cuadra, mal que bien, se adapta a los requisitos de salubridad que pedía nuestro amigo el Coronel... así que nos quedan las dos reformas que más extrañeza provocan hoy en día: desterraremos, para juzgar si tenía razón o no, el hierro que nuestro caballo experimentador lleva en la boca, y el que calza en los cuatro pies.
La abolición de la embocadura, como conté en otro tema, ya está hecha, desde el mismo momento en que se sacaron las herraduras. Ha sido un éxito completo, y los bocados y filetes que tengo han quedado como adornos y recuerdos, criando polvo honradamente en el guadarnés. Hasta aquí, nuestro amigo D. Manuel nos ha demostrado tener más razón que siete sabios.
Veamos ahora cómo resulta el destierro de las herraduras, que están exiliadas en un rincón del taller, oxidándose como unas benditas.
Dicen todos los expertos en el cuidado de cascos descalzos que hay varias circunstancias que hacen difícil el ejercicio de un caballo sin herraduras, fuera de las praderas y terrenos blandos. Entre ellas:
- Haberse herrado antes de los cinco años.
- Llevar más de diez años calzado.
- No haber tenido períodos de descanso sin herrar.
- Tener más de diez o doce años de edad.
- Vivir en cuadra, aunque sólo sean diez o doce horas al día.
- Comer alimentos ricos en azúcares, como cereales.
- Vivir sin otros caballos.
Echando cuentas y recuentas... Kazak está en todos estos casos. Pero, como hay que probar lo que manda el Coronel, hice mangas y capirotes de esas advertencias, y mi herrador y amigo procedió, hoy hace justo un mes, a quitar las herraduras, y hacer un pequeño arreglo de cascos, liberando la estructura del casco para su nuevo crecimiento, y dando un bisel que evitase la rotura en los primeros días.
Esta operación se hizo sobre asfalto libre de guijarros, y recién arreglados los cascos, el caballo pisó tranquilamente el pavimento, sin mostrar molestia alguna. Pero, en cuanto algún guijarro quedaba bajo una mano, la retiraba dando muestras de dolor, con lo cual quedó claro (como era natural) que esas pruebas deberían quedar para más adelante.
En la cuadra, cuyo suelo es de piedras de superficie no regular ni pulida, no le molestó pisar, y se mantuvo en pie sobre los cuatro pies con toda calma, sin acostarse ni mostrar inquietud. Al contrario, parecía estar más relajado a cada hora que pasaba.
Al día siguiente, se le soltó a pastar, y camino y trotó sin molestias sobre el terreno irregular del pasto. Desde ese día, se le sacó a pasear de la mano por espacio de una hora, al siguiente de hora y media, y en adelante de dos horas. Al tercer día, se dividió el ejercicio en unos minutos montado, y paseo largo de la mano. Desde el quinto día, solamente se le dio ejercicio montado, durante una hora y media o dos al día, y así seguimos hoy, salvo uno o dos días de descanso, y alguna salida más larga, de hasta cuatro horas.
El régimen de vida es el siguiente: se pone cama de paja justo a la hora de acostarse y sólo sobre la parte de cuadra en que se echa; por la mañana se retira la paja sucia (muy poca, porque se le ha enseñado a ensuciar sólo una pequeña parte de la cuadra, apartada de donde se acuesta). Así, el resto de las horas que pasa en la cuadra pisa sobre el suelo de piedra. Está fuera entre ocho y diez horas... dos montado, y el resto pastando.
Come pienso, mitad y mitad de avena y cebada cultivadas por nosotros, paja de estos mismos cereales, y al hierbe verde que come. En invierno, o en el verano más seco, se le da un poco de heno de alfalfa como complemento. Tiene a su disposición, además, una piedra con sal y minerales... pero no toma ningún complemento especial en la comida.
Un mes después, mis impresiones no pueden ser mejores: solamente le molesta pisar sobre piedras angulosas, y sobre los malditos guijarros que siempre hay sobre el asfalto en nuestras calles. En cuanto lleva unos minutos caminando, se olvida (cada día más) de escoger el camino, y ya empieza a dar sus galopadas atravesando caminos pedregosos. Hay que decir que estos lugares por donde ando son muy pedregosos, y que hasta en las praderas no se dan muchos pasos sin pisar alguna buena piedra... a pesar de esto, cada día pisa más seguro, y cada hora siente menos esas pisadas desagradables.
El estado de los cascos es bueno, y han mejorado en su apariencia, tacto, y color. El único mantenimiento que han requerido ha sido renovar el bisel a medida que se va gastando, pasando de las pequeñas roturas que rodearon los agujeros de los clavos... pasados estos con el crecimiento, no ha vuelto a darse ni una sola rotura.
Pues hasta aquí llega la primera entrega de nuestros experimentos... como veis, el resultado hasta ahora es más que prometedor.
Saludos a todos... Y gracias por vuestra paciencia: que si habéis llegado lee que te lee hasta aquí, será grande como la del Santo Job.
Antes de empezar, os contaré los motivos de hacer ahora este experimento, junto con otros que ya conocéis...
Hace un par de mese llegó a mis manos un pequeño tratado francés de Equitación militar, fechada su traducción española en 1792. Interesante en su género, pero podríamos decir que "uno más", de tantos como se escribieron en aquellos años, en que Europa andaba en guerras grandes, y se armaban otras aún mayores. :?
Pero a este tratadito, humilde en apariencia, hay algo que le hace muy especial: en el prólogo a su edición española, un Coronel de Caballería, hombre ilustrado y adelantado a su tiempo, dice, como quien no dice nada, que la Caballería, para mejorar en su desempeño, debería acometer cuatro reformas, que, al leerlas, me dejaron sorprendido como pocas veces lo he estado.
Una, desterrar el uso de las bridas con embocadura, sustituyéndolas con la inventada por el Mariscal Mauricio de Sajonia en la primera mitad del s. XVIII (y que era casi idéntica a las "modernas" que venden como "english hackamore").
Otra, abolir las herraduras, y dejar que los cascos de los caballos lleguen a la dureza que la Naturaleza puso en ellos.
Una tercera, cambiar las sillas rígidas y complejas por otras flexibles, que diesen comodidad y libertad de movimientos al caballo.
La cuarta, reformar por completo las cuadras, haciéndolas abiertas, luminosas, ventiladas, limpias, y secas, teniendo a los caballos en un ambiente natural y saludable.
Como es natural, habiendo nacido en España ese prodigio de adelantamiento, le tomaron por loco, y nadie le hizo caso, hasta que al fin desistió, y abandonó el Ejército. Perdió entonces España la ocasión de ser la nación con la Caballería más moderna del Mundo, y tal vez la triste Historia de nuestra patria hubiese sido algo distinta.
Aquel Coronel, en su sorprendente prólogo, daba tan buenas razones para sus reformas, que me convenció por completo, y me decidió (gracias, D. Manuel) a emprender en mi casa (a más no llego) la revolución que él quiso, sin lograrlo, imponer en el Ejército... es muy poco, pero menos es nada.
Dejemos, pues, al D. Manuel en la Gloria en que descansan merecidamente los genios, y vengamos a nuestro siglo recién estrenado, que es donde andamos mi buen Kazak y yo poniendo en práctica los consejos de aquel gran hombre.
El cambio de silla lo doy por hecho, al ser ya flexible la que uso, y el resultado magnífico. La cuadra, mal que bien, se adapta a los requisitos de salubridad que pedía nuestro amigo el Coronel... así que nos quedan las dos reformas que más extrañeza provocan hoy en día: desterraremos, para juzgar si tenía razón o no, el hierro que nuestro caballo experimentador lleva en la boca, y el que calza en los cuatro pies.
La abolición de la embocadura, como conté en otro tema, ya está hecha, desde el mismo momento en que se sacaron las herraduras. Ha sido un éxito completo, y los bocados y filetes que tengo han quedado como adornos y recuerdos, criando polvo honradamente en el guadarnés. Hasta aquí, nuestro amigo D. Manuel nos ha demostrado tener más razón que siete sabios.
Veamos ahora cómo resulta el destierro de las herraduras, que están exiliadas en un rincón del taller, oxidándose como unas benditas.
Dicen todos los expertos en el cuidado de cascos descalzos que hay varias circunstancias que hacen difícil el ejercicio de un caballo sin herraduras, fuera de las praderas y terrenos blandos. Entre ellas:
- Haberse herrado antes de los cinco años.
- Llevar más de diez años calzado.
- No haber tenido períodos de descanso sin herrar.
- Tener más de diez o doce años de edad.
- Vivir en cuadra, aunque sólo sean diez o doce horas al día.
- Comer alimentos ricos en azúcares, como cereales.
- Vivir sin otros caballos.
Echando cuentas y recuentas... Kazak está en todos estos casos. Pero, como hay que probar lo que manda el Coronel, hice mangas y capirotes de esas advertencias, y mi herrador y amigo procedió, hoy hace justo un mes, a quitar las herraduras, y hacer un pequeño arreglo de cascos, liberando la estructura del casco para su nuevo crecimiento, y dando un bisel que evitase la rotura en los primeros días.
Esta operación se hizo sobre asfalto libre de guijarros, y recién arreglados los cascos, el caballo pisó tranquilamente el pavimento, sin mostrar molestia alguna. Pero, en cuanto algún guijarro quedaba bajo una mano, la retiraba dando muestras de dolor, con lo cual quedó claro (como era natural) que esas pruebas deberían quedar para más adelante.
En la cuadra, cuyo suelo es de piedras de superficie no regular ni pulida, no le molestó pisar, y se mantuvo en pie sobre los cuatro pies con toda calma, sin acostarse ni mostrar inquietud. Al contrario, parecía estar más relajado a cada hora que pasaba.
Al día siguiente, se le soltó a pastar, y camino y trotó sin molestias sobre el terreno irregular del pasto. Desde ese día, se le sacó a pasear de la mano por espacio de una hora, al siguiente de hora y media, y en adelante de dos horas. Al tercer día, se dividió el ejercicio en unos minutos montado, y paseo largo de la mano. Desde el quinto día, solamente se le dio ejercicio montado, durante una hora y media o dos al día, y así seguimos hoy, salvo uno o dos días de descanso, y alguna salida más larga, de hasta cuatro horas.
El régimen de vida es el siguiente: se pone cama de paja justo a la hora de acostarse y sólo sobre la parte de cuadra en que se echa; por la mañana se retira la paja sucia (muy poca, porque se le ha enseñado a ensuciar sólo una pequeña parte de la cuadra, apartada de donde se acuesta). Así, el resto de las horas que pasa en la cuadra pisa sobre el suelo de piedra. Está fuera entre ocho y diez horas... dos montado, y el resto pastando.
Come pienso, mitad y mitad de avena y cebada cultivadas por nosotros, paja de estos mismos cereales, y al hierbe verde que come. En invierno, o en el verano más seco, se le da un poco de heno de alfalfa como complemento. Tiene a su disposición, además, una piedra con sal y minerales... pero no toma ningún complemento especial en la comida.
Un mes después, mis impresiones no pueden ser mejores: solamente le molesta pisar sobre piedras angulosas, y sobre los malditos guijarros que siempre hay sobre el asfalto en nuestras calles. En cuanto lleva unos minutos caminando, se olvida (cada día más) de escoger el camino, y ya empieza a dar sus galopadas atravesando caminos pedregosos. Hay que decir que estos lugares por donde ando son muy pedregosos, y que hasta en las praderas no se dan muchos pasos sin pisar alguna buena piedra... a pesar de esto, cada día pisa más seguro, y cada hora siente menos esas pisadas desagradables.
El estado de los cascos es bueno, y han mejorado en su apariencia, tacto, y color. El único mantenimiento que han requerido ha sido renovar el bisel a medida que se va gastando, pasando de las pequeñas roturas que rodearon los agujeros de los clavos... pasados estos con el crecimiento, no ha vuelto a darse ni una sola rotura.
Pues hasta aquí llega la primera entrega de nuestros experimentos... como veis, el resultado hasta ahora es más que prometedor.
Saludos a todos... Y gracias por vuestra paciencia: que si habéis llegado lee que te lee hasta aquí, será grande como la del Santo Job.