Bueno chicos, llevo toda la mañana para inventarme una fábula: cuento sobre animales con una pequeña moraleja al final (por si alguien no lo sabe). Por fín lo he terminado. Lo necesito para un trabajo de la universidad sobre literatura infantil, pero como el tema del cuento es sobre burritos y un caballo, os lo copio y pego a ver si os gusta.
Es para niños de 5º o 6º curso, por tanto, está adaptado y no puedo usar términos como: ollares, capa, dorso, etc...Se que al caballo le habría salido el pelo de invierno como a los burros, pero es que entonces no tenía gracia.
FÁBULA DE...(me falta el título!!!!! AYUDA!!! jajajaja).....
Érase una vez, una granja de burros en un pequeño pueblo perdido de Andalucía, llamada “El rincón de Platero“. Los asnos que allí se criaban eran de raza andaluza: blancos, de orejas grandes, patas fuertes y trasero respingón.
A menudo la gente cree que los burros son tontos, pero están muy equivocados, los burros, actualmente en peligro de extinción, son animales muy trabajadores y entregados con sus dueños, les gusta pasear a los niños y echarse la siesta al sol en manada, junto a sus familiares y amigos.
Un día de verano muy caluroso, llegó a la cuadra un camión que cargaba un animal, y todos los burros se asomaron sorprendidos a la valla del prado:
- ¿Que será mami?, ¿será un amiguito de mi edad que jugará conmigo?- preguntó un pequeño burrito.
- No se cariño, lo mismo es una burra más para nuestra manada...- respondió la madre intrigada.
- O lo mismo es un burro joven, guapo y apuesto- suspiró la burrita Pepa...
Se abrió la puerta del camión, y bajó bruscamente un gran animal..Era el doble de grande que los burros de “El Rincón de Platero“, con largas crines onduladas, una cola con abundante pelo negro, cuello ancho y un cuerpo repleto de músculos...Pero no era un burro...Era un espectacular caballo de Pura Raza Española, capricho de la dueña de la granja. Pepa quedó anonadada, nunca había visto un animal tan bello.
A medida que pasaron los días de verano, Pepa intentaba hablar con el hermoso caballo, de nombre Gaditano, pero siempre obtenía respuestas maleducadas por su parte:
- ¿Pero tu te has visto? Solo eres una burra canija, fea y peluda, de orejas desproporcionadas y cabeza pesada...Soy un gran caballo del ejército, premiado en numerosos concursos, ¿ como osas dirigirte a mi?- hablaba Gaditano con una enorme prepotencia.
Pepa, triste y disgustada, volvía a su manada de burros con sus hermanas y tías...
A pesar de los intentos de la joven burrita, Gaditano se negaba a mezclarse con aquella especie inferior, y permanecía todo el día alejado de la manada, luciéndose ante los numerosos espectadores que visitaban la finca, y que dejaban de lado a los burros para admirar a tan bello caballo.
Llegó el otoño, y con él, el frío y la lluvia. A los burros les comenzó a crecer un espeso pelo de invierno que les protegería de las más bajas temperaturas. Gaditano en cambio, acostumbrado a una vida a todo lujo en las mejores cuadras, no estaba acostumbrado al cambio de pelo en las diferentes estaciones del año, y su precioso pelo castaño permaneció corto y brillante.
Era ya diciembre, a las puertas del invierno, y aquella noche el frío era helador. La manada de burros se agrupaba bajo una gran encina, todos apretados para darse calor. Los burros pequeños se acurrucaban junto a sus madres, y así pasaban la noche calentitos en rebaño. Gaditano, amaneció medio helado, como siempre, en la otra punta del prado. Su sangre se estaba enfriando y de continuar así moriría congelado. Permanecía tumbado en el suelo, tiritando de frío, el vaho inundaba su boca y su nariz, y la mirada permanecía perdida...Cerró los ojos. Pepa no lo dudó, abandonó la manada y se tumbó junto a Gaditano para darle calor con su peludo cuerpecito. Su madre, la Señora Juana, acudió solidaria a ayudar a su hija, y se tumbó al otro lado de Gaditano: - dos burros dan más calor que uno- pensó la vieja burra. Poco a poco, sus hermanas, sus tías, primas y primos, en definitiva, todo el rebaño, se acercaron al gran caballo que yacía moribundo en el suelo, y permanecieron apretados junto a él, ofreciéndole el calor de sus espesos abrigos de pelo día y noche.
A la mañana siguiente, Gaditano abrió los ojos, y se sorprendió al verse rodeado de aquellos extraños animales, de proporciones antiestéticas...¿Pero qué más da eso? ¡Le habían salvado la vida! En ese momento un enorme sentimiento de felicidad recorría todo su cuerpo, arropado por el calor de una manada formada por los seres más solidarios y entrañables que jamás había conocido. Por su cabeza pasaron los recuerdos de aquellos desprecios hacia Pepa y su familia, y se arrepintió profundamente. Y es que, en realidad, lo importante no es la belleza ni el aspecto físico de quienes nos rodean, lo que de verdad importa no son las apariencias, no se ve a simple vista, está en el interior de cada uno.
Un lágrima de emoción rodó por la mejilla del corpulento caballo. Pepa, al sentirla en su pequeño lomo, volvió la cara hacia Gaditano. El caballo, mirándola fijamente a los ojos solo pudo pronunciar tres palabras:
- Lo siento... GRACIAS.
Es para niños de 5º o 6º curso, por tanto, está adaptado y no puedo usar términos como: ollares, capa, dorso, etc...Se que al caballo le habría salido el pelo de invierno como a los burros, pero es que entonces no tenía gracia.
FÁBULA DE...(me falta el título!!!!! AYUDA!!! jajajaja).....
Érase una vez, una granja de burros en un pequeño pueblo perdido de Andalucía, llamada “El rincón de Platero“. Los asnos que allí se criaban eran de raza andaluza: blancos, de orejas grandes, patas fuertes y trasero respingón.
A menudo la gente cree que los burros son tontos, pero están muy equivocados, los burros, actualmente en peligro de extinción, son animales muy trabajadores y entregados con sus dueños, les gusta pasear a los niños y echarse la siesta al sol en manada, junto a sus familiares y amigos.
Un día de verano muy caluroso, llegó a la cuadra un camión que cargaba un animal, y todos los burros se asomaron sorprendidos a la valla del prado:
- ¿Que será mami?, ¿será un amiguito de mi edad que jugará conmigo?- preguntó un pequeño burrito.
- No se cariño, lo mismo es una burra más para nuestra manada...- respondió la madre intrigada.
- O lo mismo es un burro joven, guapo y apuesto- suspiró la burrita Pepa...
Se abrió la puerta del camión, y bajó bruscamente un gran animal..Era el doble de grande que los burros de “El Rincón de Platero“, con largas crines onduladas, una cola con abundante pelo negro, cuello ancho y un cuerpo repleto de músculos...Pero no era un burro...Era un espectacular caballo de Pura Raza Española, capricho de la dueña de la granja. Pepa quedó anonadada, nunca había visto un animal tan bello.
A medida que pasaron los días de verano, Pepa intentaba hablar con el hermoso caballo, de nombre Gaditano, pero siempre obtenía respuestas maleducadas por su parte:
- ¿Pero tu te has visto? Solo eres una burra canija, fea y peluda, de orejas desproporcionadas y cabeza pesada...Soy un gran caballo del ejército, premiado en numerosos concursos, ¿ como osas dirigirte a mi?- hablaba Gaditano con una enorme prepotencia.
Pepa, triste y disgustada, volvía a su manada de burros con sus hermanas y tías...
A pesar de los intentos de la joven burrita, Gaditano se negaba a mezclarse con aquella especie inferior, y permanecía todo el día alejado de la manada, luciéndose ante los numerosos espectadores que visitaban la finca, y que dejaban de lado a los burros para admirar a tan bello caballo.
Llegó el otoño, y con él, el frío y la lluvia. A los burros les comenzó a crecer un espeso pelo de invierno que les protegería de las más bajas temperaturas. Gaditano en cambio, acostumbrado a una vida a todo lujo en las mejores cuadras, no estaba acostumbrado al cambio de pelo en las diferentes estaciones del año, y su precioso pelo castaño permaneció corto y brillante.
Era ya diciembre, a las puertas del invierno, y aquella noche el frío era helador. La manada de burros se agrupaba bajo una gran encina, todos apretados para darse calor. Los burros pequeños se acurrucaban junto a sus madres, y así pasaban la noche calentitos en rebaño. Gaditano, amaneció medio helado, como siempre, en la otra punta del prado. Su sangre se estaba enfriando y de continuar así moriría congelado. Permanecía tumbado en el suelo, tiritando de frío, el vaho inundaba su boca y su nariz, y la mirada permanecía perdida...Cerró los ojos. Pepa no lo dudó, abandonó la manada y se tumbó junto a Gaditano para darle calor con su peludo cuerpecito. Su madre, la Señora Juana, acudió solidaria a ayudar a su hija, y se tumbó al otro lado de Gaditano: - dos burros dan más calor que uno- pensó la vieja burra. Poco a poco, sus hermanas, sus tías, primas y primos, en definitiva, todo el rebaño, se acercaron al gran caballo que yacía moribundo en el suelo, y permanecieron apretados junto a él, ofreciéndole el calor de sus espesos abrigos de pelo día y noche.
A la mañana siguiente, Gaditano abrió los ojos, y se sorprendió al verse rodeado de aquellos extraños animales, de proporciones antiestéticas...¿Pero qué más da eso? ¡Le habían salvado la vida! En ese momento un enorme sentimiento de felicidad recorría todo su cuerpo, arropado por el calor de una manada formada por los seres más solidarios y entrañables que jamás había conocido. Por su cabeza pasaron los recuerdos de aquellos desprecios hacia Pepa y su familia, y se arrepintió profundamente. Y es que, en realidad, lo importante no es la belleza ni el aspecto físico de quienes nos rodean, lo que de verdad importa no son las apariencias, no se ve a simple vista, está en el interior de cada uno.
Un lágrima de emoción rodó por la mejilla del corpulento caballo. Pepa, al sentirla en su pequeño lomo, volvió la cara hacia Gaditano. El caballo, mirándola fijamente a los ojos solo pudo pronunciar tres palabras:
- Lo siento... GRACIAS.