LA SILLA:
Por antigüedad la silla sigue al freno, si por silla se quiere entender la piel del animal o una alfombra echada sobre el lomo de la cabalgadura como se acostumbraba.
Los chinos de hace más de 3.000 años usaban monturas y en general los pueblos de Asia, mientras griegos y romanos todavía cabalgaban en pelo, tanto que entre éstos era común una enfermedad entre las piernas de los jinetes provocada por el roce de la carne con el pelo del animal.
De todos modos la alfombra o la almohada colocada sobre lomo del animal, da inicio a la evolución de este arnés que, entre los arreos, fue la más transformación sufrió.
La silla llegó al mundo occidental desde Persia por la vía obligada de Grecia. Los Persas, a decir de Jenofontes, usaban más colchas sobre sus cabalgaduras que en su mismo lecho, contrariamente a los griegos que apenas cubrían al animal. Los jinetes romanos hacia el fin del Imperio contaban ya con un tipo bastante acabado de silla de puesto que poseía también arzones.
Desde entonces la silla se convierte en un arnés indispensable tanto más en cuanto que la caballería adquiere mayor importancia en la guerra.
El cuerpo a cuerpo a caballo, el poder de las lanzas aumentado por el animal lanzado a galope, los encontronazos, obligaron a construir sillas resistentes y de altos borrenes.
Durante el Medioevo aumentaron sus proporciones porque debían no solamente sostener al jinete sino también evitar a todo trance que se cayera, pues una vez que éste se hallase desarzonado el peso de la coraza que le cubría le imposibilitaría subirse a caballo otra vez. Se construyeron sillas de justa que se cerraban como un anillo alrededor de la cintura del caballero. El borrén delantero alto y amplio defendía el abdomen de todo golpe; el de atrás era de menos altura porque solía quedar debajo del faldón trasero de la armadura.
Esta es la época en que también los caballeros se hallan cubiertos por pesadas caparazones de acero y a veces hasta con perneras articuladas. Poco a poco el caparazón reduce sus proporciones hasta transformarse en una combinación de fajas de cuero labrado y cinchas puramente decorativas.
Está de más decir que todos estos arreos eran autenticas obras de arte del género y sus artífices no tenían menos fama que cualquiera de los pintores y escultores más renombrados y, a la par que otros fabricantes formaban poderosas corporaciones.
Cuando la indumentaria defensiva del jinete se hizo más liviana, la silla disminuyó en consecuencia de proporción a tiempo los maestros de equitación se preocuparon en crear nuevos tipos de monturas cada uno con los detalles más adecuados a los principios que enseñaban en su escuela.
Fueron los borrenes los que sufrieron las más sensibles modificaciones. Los italianos inventan el pomo de la silla. Notables reformas se deben a los ingleses que son los que en mayor grado contribuyen a darle características más modernas.
Como el resto de los arneses, también la silla cuanto más se acerca a nuestro tiempo más simple y liviana se hace, y las actuales, inclusive las militares se parecen mucho entre sí.
Son con excepción a tantas simplicidad las sillas de los pastores a caballo, porque éstos, obligados a cabalgar días enteros, deben hallar el modo de estar montados con la mayor comodidad. Y la profusión de guarniciones no es nada más que orgullo de hermosear los instrumentos de trabajo.
Por antigüedad la silla sigue al freno, si por silla se quiere entender la piel del animal o una alfombra echada sobre el lomo de la cabalgadura como se acostumbraba.
Los chinos de hace más de 3.000 años usaban monturas y en general los pueblos de Asia, mientras griegos y romanos todavía cabalgaban en pelo, tanto que entre éstos era común una enfermedad entre las piernas de los jinetes provocada por el roce de la carne con el pelo del animal.
De todos modos la alfombra o la almohada colocada sobre lomo del animal, da inicio a la evolución de este arnés que, entre los arreos, fue la más transformación sufrió.
La silla llegó al mundo occidental desde Persia por la vía obligada de Grecia. Los Persas, a decir de Jenofontes, usaban más colchas sobre sus cabalgaduras que en su mismo lecho, contrariamente a los griegos que apenas cubrían al animal. Los jinetes romanos hacia el fin del Imperio contaban ya con un tipo bastante acabado de silla de puesto que poseía también arzones.
Desde entonces la silla se convierte en un arnés indispensable tanto más en cuanto que la caballería adquiere mayor importancia en la guerra.
El cuerpo a cuerpo a caballo, el poder de las lanzas aumentado por el animal lanzado a galope, los encontronazos, obligaron a construir sillas resistentes y de altos borrenes.
Durante el Medioevo aumentaron sus proporciones porque debían no solamente sostener al jinete sino también evitar a todo trance que se cayera, pues una vez que éste se hallase desarzonado el peso de la coraza que le cubría le imposibilitaría subirse a caballo otra vez. Se construyeron sillas de justa que se cerraban como un anillo alrededor de la cintura del caballero. El borrén delantero alto y amplio defendía el abdomen de todo golpe; el de atrás era de menos altura porque solía quedar debajo del faldón trasero de la armadura.
Esta es la época en que también los caballeros se hallan cubiertos por pesadas caparazones de acero y a veces hasta con perneras articuladas. Poco a poco el caparazón reduce sus proporciones hasta transformarse en una combinación de fajas de cuero labrado y cinchas puramente decorativas.
Está de más decir que todos estos arreos eran autenticas obras de arte del género y sus artífices no tenían menos fama que cualquiera de los pintores y escultores más renombrados y, a la par que otros fabricantes formaban poderosas corporaciones.
Cuando la indumentaria defensiva del jinete se hizo más liviana, la silla disminuyó en consecuencia de proporción a tiempo los maestros de equitación se preocuparon en crear nuevos tipos de monturas cada uno con los detalles más adecuados a los principios que enseñaban en su escuela.
Fueron los borrenes los que sufrieron las más sensibles modificaciones. Los italianos inventan el pomo de la silla. Notables reformas se deben a los ingleses que son los que en mayor grado contribuyen a darle características más modernas.
Como el resto de los arneses, también la silla cuanto más se acerca a nuestro tiempo más simple y liviana se hace, y las actuales, inclusive las militares se parecen mucho entre sí.
Son con excepción a tantas simplicidad las sillas de los pastores a caballo, porque éstos, obligados a cabalgar días enteros, deben hallar el modo de estar montados con la mayor comodidad. Y la profusión de guarniciones no es nada más que orgullo de hermosear los instrumentos de trabajo.