Hola Anna,
Te aseguro que con mi mensaje no pretendía arremeter contra la profesión farmacéutica, lo único que pretendía era, siguiendo el comentario de Olga, ilustrar un caso en que un farmacéutico creo que obró con ligereza, supongo que con el afán de dar servicio, pero metió la pata y las consecuencias fueron que hubo que sacrificar a un caballo (desde luego tampoco hay que dejar de lado que el propietario debió ser un poco más diligente y llamar a su veterinario a tiempo, y no ya cuando el problema no tenía solución. Os transcribo la parte que creo más ?jugosa? del artículo de Diego Mas (veterinario) en la revista Paddock de septiembre-octubre:
?Silver se llamaba este inocente animal que tuvo la desgracia de sufrir un ligero catarro nasal. La terapia instaurada se basó en sobres con varios antibióticos de uso exclusivo en diarrea de ganado porcino.
La osadía de quién le vendió esta terapia no solo fue no pedir receta, ni llamar a un veterinario de confianza para consultarle, ni tan siquiera dar unas socorridas aspirinas, sino dar un medicamento equivocado y decirle al propietario que tenía que administrar el doble de la dosis (¿tal vez con la sana intención de vender más producto?).
Tuve que sacrificar a Silver para que dejara de sufrir ya que sus riñones dejaron de funcionar al segundo día de instaurada la errónea terapia.?
Yo no quiero pensar tan mal como Diego Mas y prefiero creer que todo fue, insisto, una trágica ligereza de propietario y farmacéutico.
Un saludo,
José María.