No encuentro hilo en el foro sobre este tema. Disculpen que lo abra como tema nuevo.
Defraudado por los caballos que he visto, me animo a escribir de nuevo en este foro por si hubiera alguien que pueda aportar algo y quiera responder, dejando escrito aquí algún recurso que sirva a los bisoños como yo. La última vez que escribí fue durante mi presentación al foro, que aproveché para contarles el primer disgusto que me dio el caballo, en el hilo "Presentación (es que soy nuevo)", de 13-02-2005.
Ahora tengo la sospecha de que nuestro caballo es un pollo de granja disfrazado. Le gusta permanecer en su cómoda jaula asomando la cabeza y comiendo lo que le echen. A ver si me explico: ¡¡¡es que son así todos los caballos que he visto!!! Todos son animales para sacarlos a una pista, conducirlos haciendo unos movimientos y volver a meterlos en la cuadra. Bien cepilladitos, resultan hermosos a la vista y sus jinetes se muestran contentos con hacer esto, pero a mí me defraudan. Lo máximo a lo que algunos se atreven es a sacarles al paso por algún camino tranquilo y nunca demasiado largo. Y siempre en compañía. "Es que es un animal gregario", sí, lo mismo que casi todos y muchos se fastidian.
Como ya comenté en aquel hilo de mi presentación, soy un aficionado a la informática que he sido reconducido hacia el mundo ecuestre. Eso implica que estoy acostumbrado a la vida de oficina. Pero también soy aficionado a la náutica y al tiro con arco, lo que conlleva que me sale al exterior algo del espíritu de nuestros ancestros, de forma natural, algo ya aprendido a nivel instintivo (si usan un arco, tras unos intentos verán que ustedes también saben, tanto hombres como mujeres, hasta que hagan más caso a la "técnica" que al instinto). No hablo de los hábitos culturales que exigen haber adquirido una educación, eso es otra cosa. Hablo de ese nivel atávico que existe en todos los seres vivos, lo que hace que un perro nade sin necesidad de aprender.
Comencé a montar espontáneamente y enseguida nos fuimos en solitario por un camino desconocido a desvelar en qué consiste el misterio de esta asociación entre el ser humano y el caballo. Fue muy agradable al principio. Pero las experiencias que han seguido no lo han sido tanto. Siempre en solitario, para llegar a entenderme con el animal, he ido encontrándome que se asusta con todo, lo que resulta fastidioso. Una perdiz que vuela repentinamente, una bolsa de plástico movida por el viento, un cartón que piso descuidadamente, un abejorro
que pasa a nuestro lado, una avispa que se nos acerca, un coche que pasa a 20 metros, unos ciclistas que van de excursión, un par de motos conducidas por unos chicos. Tampoco está tranquilo si hallamos otros jinetes paseando y, si no fuese por mí, huiría despavorido cuando encontramos unos perros sueltos que nos ladran desde lejos y corren hacia nosotros (los dueños de esos perros deberían pensar que su responsabilidad legal no es pequeña). Y sobre todo, le espantan las motos de cuatro ruedas (incluso a mí me parecen un mal trasto). Pero pienso y considero que estas cosas no son realmente algo nuevo y no se pueden evitar, porque el mundo está echo así. Desde siempre los caminos han estado transitados por otros viajeros, por perros, por lobos y hasta por bandidos ("¡guárdate de los montes de Hispania!", escribía Juvenal). En alguna ocasión, porque el animal se asusta, hemos entablado una lucha de gritos y tirones a ver quien puede más (en esos
momentos me da muchas fuerzas imaginar el cabreo de mi esposa si se me escapara el jumento). Y, encima, una simple rozadura termina exigiendo cuidados y gastos, mientras que nosotros, cuando éramos niños, nos abríamos la cabeza y con una gota de mercromina ya estábamos listos para seguir corriendo, ¿o no era así?. Y en otra ocasión estuvo cerca de aplastarme un pie. Bueno, pues hasta ahora he salido ganando yo con los tirones, pero por ser más cabezón, no por mérito especial alguno. Y pienso que salir por los caminos no debería ser una lucha.
En cambio, nuestro caballito confía plenamente en las personas. Porque en la cuadra es una persona quien le da de comer y porque mi esposa y yo le tratamos muy bien. Todos cuantos se le acercan van a sobarle el morro por algún motivo que ignoro (yo nunca lo haría con otro) y él se deja confiadamente.
Verán ustedes: yo no le pido a mi caballo que sea como Mayo y Gato, que viajaron desde la Patagonia hasta Nueva York y en cuyo honor celebran en Argentina el Día del Caballo. No le pido que sea como el Babieca del Cid Campeador ("polvo, sudor y hierro, el Cid cabalga"). Ni como los caballos que cruzaron el Atlántico con Hernán Cortés, sobre cuyo lomo lucharon contra los deshumanizados aztecas. Ni como los caballos de la famosa brigada ligera ("hacia el valle de las sombras de la muerte cabalgaron los seiscientos") ante los cañones. Ni como los cimarrones que utilizaban los indios del norte para cazar bisontes a galope tendido y sin herrar. Ni que sea como la montura de un rejoneador, capaz de eludir cien veces los cuernos de un toro bravo. Lo que sí quiero es que sea como sus ancestros, los caballos que han llevado a los seres humanos por toda clase de caminos durante
milenios. ¿Es que no forma eso parte del atavismo del caballo? Que me lleve hasta un pueblo situado a 30 kms si hace falta, por caminos o vías pecuarias. Sí, ahora puede haber perros, pero antaño había también perros y lobos. Ahora puede haber alguna moto o algún coche, pero antaño había carros y diligencias, cuyo paso era más ruidoso según creo. Y por supuesto había perdices, abejorros y avispas. Si el caballo de Garcilaso de la Vega se hubiera asustado, el poeta nunca habría
escrito su parada en el campo, hablando del "suave susurro de abejas que sonaba", ni habría descrito así su descanso si hubiera estado en manada. Viajar era con frecuencia una actividad solitaria en siglos pasados, el viajero y la bestia solitos.
Pero no crean que hablo sólo del carácter de mi animal. Los he visto aún más asustadizos, que se olvidan totalmente de su jinete. Gallos de corral he visto más valientes. Por eso me pregunto: ¿Dónde está el espíritu de sus ancestros? ¿Para qué queremos un caballo que vive y se comporta como un pollo de granja? ¿Y qué se puede hacer para darle más aplomo, en bien de la seguridad personal nuestra?
Relinchaban los caballos,
diez mil reniegos echaban.
(canción castellana)
Defraudado por los caballos que he visto, me animo a escribir de nuevo en este foro por si hubiera alguien que pueda aportar algo y quiera responder, dejando escrito aquí algún recurso que sirva a los bisoños como yo. La última vez que escribí fue durante mi presentación al foro, que aproveché para contarles el primer disgusto que me dio el caballo, en el hilo "Presentación (es que soy nuevo)", de 13-02-2005.
Ahora tengo la sospecha de que nuestro caballo es un pollo de granja disfrazado. Le gusta permanecer en su cómoda jaula asomando la cabeza y comiendo lo que le echen. A ver si me explico: ¡¡¡es que son así todos los caballos que he visto!!! Todos son animales para sacarlos a una pista, conducirlos haciendo unos movimientos y volver a meterlos en la cuadra. Bien cepilladitos, resultan hermosos a la vista y sus jinetes se muestran contentos con hacer esto, pero a mí me defraudan. Lo máximo a lo que algunos se atreven es a sacarles al paso por algún camino tranquilo y nunca demasiado largo. Y siempre en compañía. "Es que es un animal gregario", sí, lo mismo que casi todos y muchos se fastidian.
Como ya comenté en aquel hilo de mi presentación, soy un aficionado a la informática que he sido reconducido hacia el mundo ecuestre. Eso implica que estoy acostumbrado a la vida de oficina. Pero también soy aficionado a la náutica y al tiro con arco, lo que conlleva que me sale al exterior algo del espíritu de nuestros ancestros, de forma natural, algo ya aprendido a nivel instintivo (si usan un arco, tras unos intentos verán que ustedes también saben, tanto hombres como mujeres, hasta que hagan más caso a la "técnica" que al instinto). No hablo de los hábitos culturales que exigen haber adquirido una educación, eso es otra cosa. Hablo de ese nivel atávico que existe en todos los seres vivos, lo que hace que un perro nade sin necesidad de aprender.
Comencé a montar espontáneamente y enseguida nos fuimos en solitario por un camino desconocido a desvelar en qué consiste el misterio de esta asociación entre el ser humano y el caballo. Fue muy agradable al principio. Pero las experiencias que han seguido no lo han sido tanto. Siempre en solitario, para llegar a entenderme con el animal, he ido encontrándome que se asusta con todo, lo que resulta fastidioso. Una perdiz que vuela repentinamente, una bolsa de plástico movida por el viento, un cartón que piso descuidadamente, un abejorro
que pasa a nuestro lado, una avispa que se nos acerca, un coche que pasa a 20 metros, unos ciclistas que van de excursión, un par de motos conducidas por unos chicos. Tampoco está tranquilo si hallamos otros jinetes paseando y, si no fuese por mí, huiría despavorido cuando encontramos unos perros sueltos que nos ladran desde lejos y corren hacia nosotros (los dueños de esos perros deberían pensar que su responsabilidad legal no es pequeña). Y sobre todo, le espantan las motos de cuatro ruedas (incluso a mí me parecen un mal trasto). Pero pienso y considero que estas cosas no son realmente algo nuevo y no se pueden evitar, porque el mundo está echo así. Desde siempre los caminos han estado transitados por otros viajeros, por perros, por lobos y hasta por bandidos ("¡guárdate de los montes de Hispania!", escribía Juvenal). En alguna ocasión, porque el animal se asusta, hemos entablado una lucha de gritos y tirones a ver quien puede más (en esos
momentos me da muchas fuerzas imaginar el cabreo de mi esposa si se me escapara el jumento). Y, encima, una simple rozadura termina exigiendo cuidados y gastos, mientras que nosotros, cuando éramos niños, nos abríamos la cabeza y con una gota de mercromina ya estábamos listos para seguir corriendo, ¿o no era así?. Y en otra ocasión estuvo cerca de aplastarme un pie. Bueno, pues hasta ahora he salido ganando yo con los tirones, pero por ser más cabezón, no por mérito especial alguno. Y pienso que salir por los caminos no debería ser una lucha.
En cambio, nuestro caballito confía plenamente en las personas. Porque en la cuadra es una persona quien le da de comer y porque mi esposa y yo le tratamos muy bien. Todos cuantos se le acercan van a sobarle el morro por algún motivo que ignoro (yo nunca lo haría con otro) y él se deja confiadamente.
Verán ustedes: yo no le pido a mi caballo que sea como Mayo y Gato, que viajaron desde la Patagonia hasta Nueva York y en cuyo honor celebran en Argentina el Día del Caballo. No le pido que sea como el Babieca del Cid Campeador ("polvo, sudor y hierro, el Cid cabalga"). Ni como los caballos que cruzaron el Atlántico con Hernán Cortés, sobre cuyo lomo lucharon contra los deshumanizados aztecas. Ni como los caballos de la famosa brigada ligera ("hacia el valle de las sombras de la muerte cabalgaron los seiscientos") ante los cañones. Ni como los cimarrones que utilizaban los indios del norte para cazar bisontes a galope tendido y sin herrar. Ni que sea como la montura de un rejoneador, capaz de eludir cien veces los cuernos de un toro bravo. Lo que sí quiero es que sea como sus ancestros, los caballos que han llevado a los seres humanos por toda clase de caminos durante
milenios. ¿Es que no forma eso parte del atavismo del caballo? Que me lleve hasta un pueblo situado a 30 kms si hace falta, por caminos o vías pecuarias. Sí, ahora puede haber perros, pero antaño había también perros y lobos. Ahora puede haber alguna moto o algún coche, pero antaño había carros y diligencias, cuyo paso era más ruidoso según creo. Y por supuesto había perdices, abejorros y avispas. Si el caballo de Garcilaso de la Vega se hubiera asustado, el poeta nunca habría
escrito su parada en el campo, hablando del "suave susurro de abejas que sonaba", ni habría descrito así su descanso si hubiera estado en manada. Viajar era con frecuencia una actividad solitaria en siglos pasados, el viajero y la bestia solitos.
Pero no crean que hablo sólo del carácter de mi animal. Los he visto aún más asustadizos, que se olvidan totalmente de su jinete. Gallos de corral he visto más valientes. Por eso me pregunto: ¿Dónde está el espíritu de sus ancestros? ¿Para qué queremos un caballo que vive y se comporta como un pollo de granja? ¿Y qué se puede hacer para darle más aplomo, en bien de la seguridad personal nuestra?
Relinchaban los caballos,
diez mil reniegos echaban.
(canción castellana)