Nos falta un amigo, nuestro caballo

laricp

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7 Septiembre 2005
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Nos falta un amigo, nuestro caballo

Los cinco, la niña, su amigo, tú y Enebro y yo, estamos junto a las aguas del río. Por el Prado de los Fresnos que es a donde le gustaba a Bandolero venirse a jugar contigo. Miramos esperanzados a ver si lo vemos. Hoy es dieciocho de setiembre y amanece nublado. Con nieblas por los barrancos del río y los Prados del Molino. Llovió anoche y hace algo de fresco en estas primeras horas del día porque el campo está mojado.

Como ayer fue sábado y hoy domingo, los niños no tienen colegio y todos juntos nos hemos venido en busca del caballo. Por estas tierras de los Prados del Molino, es por donde él se ha ido galopando y por aquí hoy vamos a buscarlo. La niña todavía tiene el sueño de la noche en sus ojos pero en su corazón y en su cara le brilla el entusiasmo. Por eso a ti no para de decirte:
- A tu amigo Bandolero hoy tenemos que encontrarlo. Las cosas no son lo mismo desde que él no está a nuestro lado.
Y yo te miro y miro a la niña y me acuerdo de la Princesa y pienso de la misma manera. Y también la madre de la niña cuando ayer nos reunió a todos en su mesa.

Porque, como ayer no fue lectivo, antes de venirnos en pandilla al cortijo del niño, junto al río de los Prados del Molino, nos dijo la madre de la niña:
- Como ya ha comenzado el colegio y han caído las primeras lluvias del otoño y, en la viña, las uvas han madurado, hoy hay que celebrarlo.
Y nos reunió a todos en el cortijo junto a su mesa. También invitamos a nuestro amigo el ancianito del Cortijo del Laurel. En la misma sala y junto a la chimenea donde el invierno pasado celebramos la Nochebuena. Sobre la mesa nos puso ella los platos llenos de alimentos ricos y mientras, arropados por su ternura y su amor sincero, todos juntos comíamos, nos decía:
- A Bandolero hay que encontrarlo. En cuanto terminemos de comer acompañáis al niño hasta el molino del río y que vea a sus padres. En su casa podéis quedaros hasta el domingo por la tarde porque el lunes tenéis colegio. Preguntad a los padres del niño y al pastor de las montañas, si está por allí, a ver si ellos han visto al caballo Bandolero por algún sitio.

Y nos alegramos nosotros que la madre nos diera tanto ánimo además del alimento en su mesa y el cálido abrigo en su corazón y en su cortijo. ¡Qué madre más buena tiene la niña y cuanto nos da ella confianza y nos lleva de su mano hacia el sueño que soñamos! Si lo dije yo así a ella y al terminar de comer salimos del Cortijo de la Viña. El niño montado en Enebro, el caballo de la niña, en ti montada la niña y yo detrás andando y agarrado a tu rabo. Y desde tu lomo me miraba la niña nuestra y me decía:
- Como ahora nos falta un caballo, nuestro amigo Bandolero, uno de nosotros tiene que ir siempre andando. Pero tú no te preocupes que luego yo me bajo del borriquillo y te subes tú en él un rato.
Y le dije que de acuerdo pero, en mi corazón pensando que ella es la que tiene que ir subida siempre en ti. Es cierto que nos falta el caballo Bandolero y por eso todos juntos vamos a buscarlo pero la niña le ha dejado Enebro a su amigo. ¿Cómo no te vas a prestar tú a que sobre ti viaje esta niña tan buena? ¿Y cómo no me voy a sentir yo orgulloso que la lleves en tus brazos? Por nada del mundo dejaré yo de ir andando, detrás de vosotros, agarrado a tu rabo. Que lo sepa ella y que lo sepa el caballo Bandolero que estamos buscando, que por eso es tu amigo.

Y por la senda que desciende por la solana de los romeros, la que arranca en el Collado de la Hierba y pasa por la Fuentecilla de los Pájaros, bajamos. Unas horas más tarde llegamos al cortijo donde vive el niño con sus padres. Y nada más vernos nos dicen ellos:
- A Bandolero lo hemos sentido relinchar por aquellos cerros pero no lo hemos visto. Por eso estamos seguros que por ahí está y os busca él a vosotros porque se siente solo.
Nos ponemos a llamarlo y cuando se hace de noche nos venimos al cortijo del niño. Aquí hemos dormido esta noche del sábado y como hoy es domingo, nos hemos levantado temprano y nos hemos venido al río, por donde el Prado de los Fresnos para seguir buscándolo. Todavía no lo hemos encontrado y ni siquiera se oyen sus relinchos pero la niña nos dice, para darnos ánimo:
- En cuanto amanezca un poco más, tú, Sinombre, mi borriquillo amigo, le echas un rebuzno a Bandolero a ver si nos oye. Como es tu mejor amigo verás como en seguida viene corriendo. Hoy tenemos que encontrarlo. Desde que se fue a buscarte a ti nos falta un amigo.
 
Yara, este pequeño relato no es un capítulo del libro que estoy poniendo en el foro. Como ves no está numerado y los otros sí. Este capítulo es solo un trozo de nuestras cosas que son muchas y muy variadas. Te animo a ti y a los demás a que sigáis guardando los capítulos del libro “Historia de una excursión a caballo”. Seguro que os gustará tenerlo porque hay muchas cosas muy novedosas y bonitas.

Saludos
 
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