Conozco el caso de yegua y su "potro" que llegaron nuevos a una hípica. Su anterior dueña había comprado a la yegua, la había cubierto y había tenido el "potro", que llevaba conviviendo con su madre sus 7 años de vida. Ambos estaban montados.
El primer día que les sacamos a pista yo trabajé a la madre y una compañera con más experiencia al potro. La mía trabajaba medianamente bien pero el potro hubo que meterle en vereda. Cuando trabajaba por la pista detrás de su madre iba bien, pero cuando tenía que hacerlo individualmente era un suplicio.
El segundo día saqué yo a ambos, primero a la madre. Trabajó como se espera de un caballo domado pero con poco físico. Eso sí, los relinchos de su retoño eran insufribles, como si lo estuvieran acribillando a patadas.
Después le tocó a él. Me subí y, en cuanto le empujaba ligeramente con el cuerpo para que se pusiera al paso, se me ponía de manos. Cada vez que lo impulsaba desde parada tenía que abrirle una rienda para evitarlo. Poco a poco fue desistiendo en levantarse, pero los relinchos no cesaron. El resto de la semana les fuimos aumentando la carga de trabajo, siempre por separado, hasta llegar a las 3-4 horas diarias. En un par de semanas no decía ni mu el pobrecito.
Así que, en este caso, la solución al problema fue el trabajo. Sé que no es un caso idéntico al tuyo, pero trabajándole con otros caballos, que los vaya conociendo y se vaya adaptando. Dale tiempo y, si transcurrido éste, no se hubiera solucionado, entonces plantead otra solución.