Bueno, prometo no volver a caer offtopikeando en una buena temporada, eh?
…..suelto la parrafada y luego vemos cómo se interpreta el prospecto de un medicamento homeopático para caballos, de Hypericum , por ejemplo, así no me regañan por desviar el tema, je,je…….además se está poniendo muy de moda entre barefootistas la homeopatía para tratar infosuras por ejemplo…….
Bueno ésa que cita crishorse –el efecto placebo- es la única conclusión a la que ha podido llegar la comunidad científica casi por unanimidad hasta la fecha.
A fecha de hoy, aunque esté aceptada en algunas universidades o integrada incluso en algunos sistemas sanitarios, la homeopatía carece de base científica comprobada y es considerada por tanto una pseudociencia.
Se basa en dos principios principales:
El principal es el principio de la dilución: Diluir una sustancia cientos o miles de veces en agua u alcohol.
Cuanto más diluida se encuentre una sustancia más potente será su efecto……es decir, lo contrario de lo esperable por lógica, al menos dentro de los márgenes de seguridad y actividad de un medicamento.
Las diluciones con las que trabaja la homeopatía son tan elevadas que el supuesto principio activo desaparece, es decir, no quedan ni moléculas del mismo en el agua.
Para explicar el poder curativo pese a ello la homeopatía recurre a la supuesta “memoria del agua”, que “recuerda” el efecto de dichas moléculas, “replicando misteriosamente” su actividad……sin embargo por lo visto ese mismo agua no recuerda las miles de sustancias con las que estado en contacto anteriormente….. eso sí la agitan vigorosamente “para que olvide su todo pasado y las moléculas le transmitan sus propiedades” ejem, ejem.
Por supuesto –aunque hay un investigador de prestigio tratando de encontrar ciertas propiedades inciertas del agua respecto a su “memoria”- esto científicamente no se sostiene ni a palos.
(Hay un caso muy famoso en ciencia sobre un artículo que se intentó publicar en Nature hace un par de décadas demostrando la “memoria del agua”. Ésa hubiese sido la primera vez que hubiese podido demostrarse la posible eficacia de la homeopatía. –que nunca ha sido probada más allá del efecto placebo o de errores y sesgos de experimentación en sus doscientos años de existencia-.
Nature accedió a publicar el artículo bajo el título: “ When to believe the unbelievable” aunque advertía que ante la falta de base física que los sustentase y la incredulidad de los revisores, repetiría los carísimos experimentos mediante un equipo de expertos independiente. (Eso es Nature, por eso un Nature es un Nature)
Por supuesto se demostró que había sido un fraude.
Posteriormente se averiguó que la industria homeopática estaba detrás de esa publicación, habiéndola sufragado, algo que se ocultado)
Sigo: Ventajas del principio de la dilución: podría parecer que no hay ninguna en utilizar diluciones en las que sencillamente el supuesto principio activo acaba por desaparecer.
Sin embargo, gran paradoja, la homeopatía ha hecho de esta sinrazón una de sus grandes ventajas: si bien es cierto que de donde no hay no se puede sacar…..peeero tampoco se pueden sacar ni efectos adversos, ni peligro en su administración, ni intoxicaciones, etc.
Es decir: la homeopatía bien formulada es segura –tan segura como beber agua con azúcar –lactosa o sacarosa que es el excipiente- dicen las malas lenguas-
Y ésa es una de las razones por la que cada vez está siendo más recetada en pediatría, en niños de escasa edad, pueden tomarla mujeres embarazadas, lactantes, etc. Además se presenta en atractivas bolitas de sabor dulce , fáciles de administrar. Y relativamente económico.
Los padres se tranquilizan al saber que se les está dando un tratamiento –no es fácil aconsejar a unos padres preocupados o de esos aprensivos en exceso, que espere a que los procesos sanen o mejoren de forma natural si no tienen importancia, ni remedio tradicional efectivo, o con medicaciones con contraindicaciones, y como lo de rezar a la virgen de Lourdes no se estila en el siglo XXI, pues homeopatía al canto.
Y los niños sanan o mejoran de forma natural que es como sanarían la mayoría de los procesos en niños del primer mundo. Y victoria inmerecida para la homeopatía. Y así ha ido ganando terreno.
Es tal la seguridad de la homeopatía – tan grande como la imposibilidad de que queden moléculas activas en los medicamentos en las diluciones que maneja- que es imposible suicidarse o siquiera sentir efectos adversos con sus medicaciones.
Hubo hace un par de años, quizás alguien se acuerde, una iniciativa a nivel mundial, una protesta contra la comercialización de productos homeopáticos, o que en algunos países le destinasen fondos de Sanidad pública, se llevó a cabo en la Puerta del sol también y otras ciudades españolas también.
Consistió en un “suicidio masivo” a base de sobredosis ingentes de medicamentos homepáticos, tranquilizantes “con” Aconitum napellus entre otros –en dilución 6 CH-
Huelga decir que nadie sufrió ningún efecto.
El Aconitum napellus es la planta más venenosa de Europa.
Bueno pues ahora: el segundo principio de la Homeopatía, que es más increíble aún, el que le da nombre: pongamos que nos creemos lo de la “memoria del agua”…pues no hay ningún problema, porque aún de demostrarse…..aquí tenemos una sinrazón mayor:
2.Principio de similitud
A ver que esto va a parecer que no se entiende porque lo explico mal. Pero no se entiende porque es increíble.
La medicina tradicional es “alopática” es decir actúa contra las enfermedades. Los principios activos que utiliza poseen actividad probada contra la enfermedad, sus causas y síntomas –aunque a veces se desconozca el mecanismo exacto de acción, por supuesto-.
Bien la medicina homeopática es “ homeopática” (homeos = igual. Homeopatía: del griego homoios, ‘similar’ y pathos, ‘sufrimiento’).
Bien esto quiere decir que el igual cura al igual.
Curar con lo mismo, quiere decir: curar con lo mismo que enfermaría a un individuo sano.
Ésa es la única experimentación que realiza la homeopatía para sus sustancias –de hecho se basa en experimentos de hace dos siglos-:
Una sustancia homeopática no es aquella que cura al administrarla al enfermo –recordemos que no hay sustancia en el compuesto- que es en lo que se asienta nuestra medicina alopática, es aquella que administrada al individuo sano le provocaría síntomas semejantes –síntomas no enfermedad- a los que posee el individuo enfermo al que queremos sanar.
Sí, sí, como suena. Sí, por increíble que parezca eso es la homeopatía. “Las mismas cosas que provocan el mal lo curan”. Éso es la homeopatía.
Por poner un ejemplo que ejemplifique este sinsentido: la ortiga provoca quemazón, urticaria, ronchas etc. Bien pues si tenemos una enfermedad – la que sea- cuyo síntoma es la urticaria, eccemas, prurito etc la homeopatía nos recetaría un medicamento basado en la ortiga, eso sí diluído hasta lo imposible.
Así está formulada toda la homeopatía. Por eso utiliza gran cantidad de venenos, hay que tener en cuenta que trabaja con sustancias que provocan efectos adversos en individuos sanos, sólo que los diluye de tal forma que pierden ese –y cualquier- efecto.
Esto quiere decir que si tenemos unos determinados síntomas –y la homeopatía clasifica enfermedades no por su etiología como la medicina tradicional, sino por sus síntomas, lo que es otro disparate-, por ejemplo para curarme de vómitos debería tomar una sustancia que hiciese vomitar a una persona sana pero diluída hasta la enésima potencia.
No utiliza principios activos probados contra la enfermedad, ya que no trabaja “contra”.
Las sustancias usadas en homeopatía tienen orígenes dispares y se basan en las utilizadas desde hace más de dos siglos por su fundador: sólo la mitad son de origen vegetal, el resto lo son de partes de animales –desde cerdo, abejas, hormigas o calamares- o sus secreciones , o sustancias minerales, concreciones de conchas, sales etc.
Animo a cualquiera que lea sobre las sustancias utilizadas en homeopatía, parecen auténticamente sacadas de libros de brujería.
Pero aquí la homeopatía juega muy frecuentemente con un engaño:
Mezcla en sus medicaciones compuestos homeopáticos con su dilución homeopática correspondiente –con su índice de dilución CH o DH--, con principios activos de plantas derivados de la fitoterapia: es decir derivados de la medicina natural basada en curar con plantas.
La fitoterapia que todos conocemos se basa en los mismos principios de la medicina tradicional “alopática”, utiliza plantas -en la concentración necesaria para el efecto deseado- de las que está comprobado su efecto “sanador” positivo sobre individuos enfermos.
Toda la “herboristería” que tan frecuentemente se usa es fitoterapia.La fitoterapia es una ciencia. Se basa, como medicina natural, en los mismos principios que la medicina tradicional, sólo que no utiliza compuestos sintéticos.
La homeopatía mezcla a menudo sustancias fitoterapeúticas con sustancias homeopáticas, pero lo vende como “Homeopático”, aprovechando el tirón comercial del término. Y si el producto funciona se cuelga las medallas de la fitoterapia como si lo fuesen de la homeopatía.
La homeopatía no es “curar con plantas” como erróneamente se cree, de hecho una buena parte de las sustancias que utiliza no son vegetales. Y en cualquier caso ya hemos visto que no se basa en curar científicamente con principios activos curativos. Y también hemos visto que dichos supuestos principios activos ni siquiera están presentes de forma ni mínimamente significativa.
La mayor parte de las personas que utilizan la homeopatía ignoran su base.
LA homeopatía es una cuestión de fe, basada en que la mayoría de las personas desconocen lo que están tomando verdaderamente, y esa es la gran baza de la homeopatía:
La fe mueve montañas
O mejor dicho el efecto placebo mueve montañas.
Ese es el gran triunfo de la homeopatía, y el único comprobado científicamente hasta la fecha:
La homeopatía juega con el efecto placebo, juega con su inexistencia de efectos adversos –siempre que sea bien formulada- y juega con que si dejamos a las enfermedades seguir su curso, sin interferir ni para bien ni para mal, la mayoría acaban sanando de forma natural, y las crónicas tienen mejorías que no es difícil que se generen una vez introducido el efecto placebo de saberse en un nuevo tratamiento.
Y en este efecto placebo están incluidas las sesiones del homeópata que suelen durar una hora de cuidada atención personalizada, de diálogo, etc –yo he ido, conste-, algo que favorece le fe en el tratamiento y provoca un alivio en el enfermo que fácilmente se traduce en sentir cierta mejoría.
Por otra parte cuando se receta homeopatía o se acude al homeópata es cuando ya la enfermedad o proceso lleva cierto tiempo cursando. Cuando ya se han probado varios remedios de medicina tradicional, u otras alternativas, es decir, muchas veces se acude al homeópata como última opción cuando muchos procesos estaban ya en fase de curación, eliminación o mejoría de forma natural aunque no hubiésemos intervenido.
Y la homeopatía se apunta las medallas de la curación o mejoría natural de los procesos.
O en otras palabras:
Que dos acontecimientos –tratamiento-mejoría- coincidan en el tiempo no quiere decir que estén necesariamente relacionados causalmente.
Y el boca a boca de medallas no merecidas, puntuales pero bien extendidas - “ la anécdota triunfante” le llaman las malas lenguas-, las modas, nuestro deseperado siglo XXI y sus desequilibrios, los intereses farmaceúticos y de algunos especialistas ha ido haciendo el resto.
La fe mueve montañas.
Así que en cierto modo hay que reconocer que “ la homeopatía funciona.”
Como funcionaba la brujería o como aún funciona el chamanismo, eso sí.
Y está bien que así sea.
Personalmente me es imposible creer en los principios científicos en los que se asienta la homeopatía. Pero la respeto, ya que la enfermedad tiene una vertiente emocional, no sólo física.
Y si la homeopatía es capaz de ofrecer en esa vertiente fundamental de la enfermedad a alguien desesperado una salida a la que agarrarse, un último tratamiento o una alternativa cuando todo parece fallar, y trabajar con el poder de la mente –de la activación del sistema hormonal oportuno más bien-, pues bienvenida sea.
Como pseudociencia eso sí.