CARTA A SARMANTA,EL CABALLO QUE SE SINTIO TORERO
Toda la noche la he pasado bajo mi encina cavilando, querido amigo, lo que te habría susurrado Pablo al oído para que ayer te sintieras así de torero. Me ha contado un pájaro que, al llegar al patio de caballos de Las Ventas, con la boca partida, le confesaste a Chicuelo que no sabías qué había pasado, que todo había ocurrido muy rápido, que casi recordabas tu momento vital (la de ayer fue tu tarde, compañero) como una película antigua proyectada en un cine roto, como si lo hubieses visto todo en fotogramas por tus ojos de caballo.
Pues te lo cuento. Ayer, querido Sarmata, tordo valiente, te sentiste torero y a todos los animales con algo corazón nos revolviste los fondillos. Después del rejón de muerte al quinto, Pablo echó pie a tierra y te dejó libre de piernas y riendas. Aliviado del peso del jinete/amo/amigo, en lugar de buscar las manos redentoras de Juan Andrés en el patio de caballos, te sentiste figura y preferiste seguir toreando; quisiste pegarle el último pase al marmolillo aquél de Fermín Bohórquez.
Le diste, una vez más, los pechos y casi te cuesta un disgusto, compadre, porque te arreó un buen viaje y te partió literalmente la boca. Pablo te quitó aquél toro de encima, que se te podría haber llevado por delante, pero a ti te dio igual.
De hecho te viniste arriba, como bravo que eres y volviste a la cara del enemigo, a seguirle una pelea que hubieras ganado, sin duda, si los subalternos no te hubiesen sacado de los terrenos con aspavientos de capotes y un "¿pero qué haces hombre, no te das cuenta que te va a coger, loco?" asomando en los labios.
Sabías lo que hacías. Realmente, la batalla de la torería la habías ganado con tus maneras de caballo torero. Bendita 'contra natura' la tuya de ayer, Sarmata. Si antes de tu tarde en Las Ventas me erizaba el morrillo ver a un toro arrancarse al caballo, ahora, gracias a tu locura, ya se lo que es ver a un caballo arrancarse a un toro.
Que le den dos duros al caballo prieto azabache de Pepe Albarrán, ese del corrido que se abalanzó con tres balazos de Mauser contra el pelotón, ("cómo olvidar que te debo la vida"). Que se los den a él y a muchas de las figuras del escalafón de a pie a las que, sin darte cuenta, pegaste un baño ayer en Las ventas.
César Rincón dice hoy en una entrevista en 'El Mundo' que le hubiera gustado ser "un buen toro". A mí, que soy toro, hoy me hubiera gustado ser un buen caballo como tú. Cuarto de milla tordo, loco, amigo, torero.
Cuidate esa boca.
Un abrazo para tí y otro para tu dueño. Dile de mi parte que es un monstruo.
De un cárdeno que te admira.
Toda la noche la he pasado bajo mi encina cavilando, querido amigo, lo que te habría susurrado Pablo al oído para que ayer te sintieras así de torero. Me ha contado un pájaro que, al llegar al patio de caballos de Las Ventas, con la boca partida, le confesaste a Chicuelo que no sabías qué había pasado, que todo había ocurrido muy rápido, que casi recordabas tu momento vital (la de ayer fue tu tarde, compañero) como una película antigua proyectada en un cine roto, como si lo hubieses visto todo en fotogramas por tus ojos de caballo.
Pues te lo cuento. Ayer, querido Sarmata, tordo valiente, te sentiste torero y a todos los animales con algo corazón nos revolviste los fondillos. Después del rejón de muerte al quinto, Pablo echó pie a tierra y te dejó libre de piernas y riendas. Aliviado del peso del jinete/amo/amigo, en lugar de buscar las manos redentoras de Juan Andrés en el patio de caballos, te sentiste figura y preferiste seguir toreando; quisiste pegarle el último pase al marmolillo aquél de Fermín Bohórquez.
Le diste, una vez más, los pechos y casi te cuesta un disgusto, compadre, porque te arreó un buen viaje y te partió literalmente la boca. Pablo te quitó aquél toro de encima, que se te podría haber llevado por delante, pero a ti te dio igual.
De hecho te viniste arriba, como bravo que eres y volviste a la cara del enemigo, a seguirle una pelea que hubieras ganado, sin duda, si los subalternos no te hubiesen sacado de los terrenos con aspavientos de capotes y un "¿pero qué haces hombre, no te das cuenta que te va a coger, loco?" asomando en los labios.
Sabías lo que hacías. Realmente, la batalla de la torería la habías ganado con tus maneras de caballo torero. Bendita 'contra natura' la tuya de ayer, Sarmata. Si antes de tu tarde en Las Ventas me erizaba el morrillo ver a un toro arrancarse al caballo, ahora, gracias a tu locura, ya se lo que es ver a un caballo arrancarse a un toro.
Que le den dos duros al caballo prieto azabache de Pepe Albarrán, ese del corrido que se abalanzó con tres balazos de Mauser contra el pelotón, ("cómo olvidar que te debo la vida"). Que se los den a él y a muchas de las figuras del escalafón de a pie a las que, sin darte cuenta, pegaste un baño ayer en Las ventas.
César Rincón dice hoy en una entrevista en 'El Mundo' que le hubiera gustado ser "un buen toro". A mí, que soy toro, hoy me hubiera gustado ser un buen caballo como tú. Cuarto de milla tordo, loco, amigo, torero.
Cuidate esa boca.
Un abrazo para tí y otro para tu dueño. Dile de mi parte que es un monstruo.
De un cárdeno que te admira.