Hola, tiabuba;
Estoy muy de acuerdo con Gontzal. Yo tuve un problema parecido, y resumiendo, había días que me tiraba hasta una hora para ponerle al caballo la cabezada de trabajo.
En mi caso, el secreto fue kilos de paciencia y toneladas de cariño. No valía obligarle, ni cogerle la cara, ni meterle el dedito en la boca.
Fueron horas y horas de caricias, de frotar el hierro con manzana para que le agradase el sabor, y de movimientos muy lentos. Y eso sí, nunca perder los nervios. Pero lo que sí es verdad es que tenía muy claro que el caballo no quería tomarme el pelo.
Si nos cuentas mejor cuál es el problema, cuáles son sus reacciones, podremos ayudarte un poco más.
Un saludo.