Los caballos, en un medio que no es el suyo necesitan que nosotros, el ser humano controlemos la situación. Si no la controlamos, se vuelven inseguros a nuestro lado, incluso ganan miedos cuando están solos porque nunca saben con qué cuentan de nosotros ni del ambiente en que viven porque nadie se lo ha enseñado.
Si están seguros y educados da un poco igual donde le llevemos, si detrás o delante desde que decidamos nosotros hasta dónde puede o no tomar iniciativas para darle siempre una guía de lo que puede contar con nosotros.
Si estando parado con un caballo más dominante, éste está constantemente empujándonos, le haremos un favor si le enseñamos qué debe hacer cuando estamos parados sin hacer nada o hablando con alguien. Deben estar quietos y tranquilos. Si no lo están pues hay que educarlos para ello. Y cuanto mejor le expliquemos qué si y qué no puede hacer con nuestro espacio y en nuestro entorno, más seguros se volverán de si mismos y más tranquilos estarán cuando estemos parados. Llámale liderazgo, llámale como quieras. Esto es lo que necesitan. Para mí, eso es liderazgo, que no se debe confundir con poder, tiranía o violencia y debe ser llevado responsabilidad.
Además, para poder comunicar con ellos lo que queremos, deben atendernos en todo momento. Es decir, si nos vamos a un prado y los dejamos comer, en el momento que le llamemos la atención para irnos, deben estar listos para ello. Si nos ignoran y les dejamos, podremos terminar arrastrados detrás de un caballo que decidió volver a la cuadra o huir de una bici o moto que pase.
Lo importante es decidir el qué y cómo queremos las cosas. Un caballo un poco dominante que tienda a invadir nuestro espacio no lo hará premeditadamente desde luego, pero por instinto, si ocupa nuestro espacio y nos hace mover los pies una, dos, tres veces, tomará el mando de la situación. Llámale como quieras pero nos habremos vuelto el número dos de la relación si es que no hemos dejado de contar para pasar a ser considerados un árbol o un poste. Ten por seguro que un caballo dominante que te da un empujoncito de nada con el morro, si no le dices nada, en pocos segundos te dará un cabezazo que te hará mover los pies, luego, empezará a andar hacia delante, y ya tenemos el camino hecho para que se escapen, nos den patadas, manotazos, nos arrollen, nos traten, etc.
A un caballo educado que sabe perfectamente cuál es su lugar en nuestra relación (por un trabajo de respeto y confianza, no por otra cosa), estará tan seguro de si mismo que en situaciones en las que el jinete no pueda solucionar, lo hará él. Ahí empieza el trabajo en sociedad.
Pienso que es bueno que observemos cómo funcionan los caballos entre ellos, estudiar todo su comportamiento al detalle, pero creo que es necesario mantener la perspectiva. Es decir, podemos y debemos utilizar su lenguaje a nuestro favor para el trabajo, pero no somos caballos. Nunca lo seremos. Y entre ellos no son todos iguales. Hay unos que lideran sobre otros, hay que contar con ello cuando estemos entre ellos y cuando estemos trabajando con ellos pues su naturaleza deberá influir en cómo pedimos las cosas, qué tipo de presión ponemos, cuando relajamos y cuándo es necesaria una de cal y otra de arena.