“ Siempre que habla un profano o un profesional poco enterado sobre el caballo árabe, aparte del gusto
particular de cada uno, que es muy lícito, su opinión se basa en tópicos que nada tienen que ver con la
realidad de esta raza, como la dificultad de su doma, mal genio o carácter rebelde, etc.
Nada de esto es cierto, y voy a explicarlo llamando la atención del lector sobre la selección natural tan
peculiar que esta raza ha tenido, dicha selección ha potenciado, de una forma sorprendente, su inteli-
gencia y su domesticidad, y, con ello, su facilidad de relación con el hombre.
Como todos sabemos, el caballo árabe se seleccionó de forma casi natural junto con una forma de vida
humana muy especial que es la del nómada del desierto arábigo: el beduino.
A diferencia de otros pueblos que en la antigüedad utilizaban los caballos para transporte y carga, los beduinos
utilizaban y utilizan para ésto un animal que es un prodigio en cuanto a su adaptación al medio en que vive: el dromedario. Esta circunstancia liberó al caballo de esa servidumbre.
Para el beduino, el caballo era un enorme lujo y uno de sus bienes más preciados. Lo utilizaba casi
exclusivamente para su ocio, carreras, cacerías con halcón y salukis (galgo del desierto), etc. Un buen
caballo era para su dueño lo que hoy llamaríamos un signo externo de riqueza. Por ello este animal,
junto con el halcón, recibía todas las atenciones y cuidados posibles, incluso compartía con su amo la
vivienda. Puede parecer extraño, pero el caballo árabe vivía y aun vive en la misma haima que su
dueño.
Fruto de esta convivencia se creaba una relación afectiva tanto más profunda, cuanto mayor era la capacidad de entendimiento entre ambos. Por otra parte, como esta relación se desarrollaba en un medio adverso y pobre como es el desierto, que imposibilita tener demasiados animales, se prescindía de aquellos que tenían menos facilidad para «entenderse» con su dueño, quedando solamente aquellos capaces de adaptarse a una convivencia con el hombre e, incluso, capaces de demostrar afecto. Estos y sólo estos eran destinados a la reproducción. De esta forma se seleccionó espontáneamente una raza fuerte, resistente, inteligente y doméstica».
Y, volviendo al siglo XX, tengo que hacer referencia otra vez, después de explicado el carácter de este animal, a la falta de conocimientos de algunos profesionales que se refieren a ellos como rebeldes o difíciles de domar. Esto no es cierto, lo que ocurre es que es un animal que no entiende la doma a base de «palos». El castigo injustificado hace que se produzca una reacción contraria a la deseada. En cambio, con un trato justo y cariñoso, se consiguen unos resultados sorprendentes.
Por esto, y para quienes el deporte de la equitación pasa por una relación individualizada con su caballo y sienten la necesidad de entregar parte de su cariño a un animal, sepan que el pura raza árabe es el más capacitado para recibir y corresponder a este afecto.”