Bueno, yo veo que lo primero es tener en cuenta que los caballos son presas, su reacción natural a lo desconocido es el miedo y la huída. No está en su naturaleza enfrentarse al peligro, o a lo que ellos consideren peligroso. Partiendo de esa base se hace todo más fácil de comprender.
Hay cosas a las que sabemos que nuestros caballos tienen miedo, y otras que no lo sabemos porque no se nos ha presentado la ocasión de comprobarlo. Por ejemplo como ya dije mi yegua tiene miedo al agua, y el otro día hablé muy rápido diciendo que no me había tenido que bajar para que pasara por un charco. Esta semana me tuve que desmontar para pasarla, porque no había forma. Y eso que era un charco "conocido", porque era de los de la propia hípica, y ya había pasado por ahí antes. Me bajé, la acaricié y pasé con decisión delante de ella, y conseguí que me siguiera.
Posiblemente la yegua hubiera oído o visto algo que se sumara al charco, y eso haría que decidiera que no quería pasar. Muchas veces son pequeñas cosas las que los asustan, como una simple garrafa al lado de una puerta que el día de antes no estaba. O un camino llano, rodeado de campos de trigo llanos, y que de repente haya una roca en un borde del camino. Los caballos se fijan en todo, y cosas tan insignificantes para nosotros a ellos les produce temor. Y tenemos que tenerlo muy en cuenta.
Así pues, lo que tenemos que hacer es tomar el mando de la situación. No dejarnos llevar por el miedo del caballo y que en nuestra cabeza se meta la idea de "tiene miedo y no quiere pasar, ahora qué hago..." Tenemos que transmitirle confianza. Eso se consigue relajando la tensión de nuestro cuerpo. Sin darnos cuenta cuando el caballo se asusta nos tensamos, en previsión de una posible huída, o un bote, o cualquier otro moimiento brusco e imprevisto que el caballo quiera hacer. Es una reacción de defensa para nosotros mismos, nos preparamos para ese movimiento, pero a la vez es contraproducente para el estado del caballo. Él se tensa porque se asusta, nosotros nos tensamos porque lo notamos a él, y entonces el caballo nota nuestra tensión. Nosotros somos quienes le guiamos, se supone que sabemos por dónde vamos. Si el caballo percibe nuestra tensión lo interpreta como que a nosotros también nos da miedo la situación, y se convierte en un círculo vicioso. Si yo, que soy quien le guía, quien dice por dónde se va, tengo miedo ¿cómo puedo pretender que el caballo asuma la decisión de pasar por ahí, si él lo que hace es fiarse de mí?
Así que una vez analizamos la situación nos sentamos bien y nos relajamos, aunque en tu cerebro bulla la ansiedad. El caballo no debe notarlo. Relajas la espalda, las piernas y los hombros, respiras y acaricias al caballo, o le hablas, o lo que hagas para tranquilizarlo. Y sin prisas. Las prisas no son buenas compañeras, provocan ansiedad que, de nuevo, se transmite al caballo. Si tienes prisa lo disimulas y te relajas, y en lugar de intentar conseguir que el caballo atraviese el charco, o la cancela de la verja, o lo que sea, te limitas a conseguir que se aproxime más de lo que a él le gustaría; lo acaricias y vuelta.
Para conseguir una "victoria" en estas cosas no siempre es necesario que el caballo haga lo que pretendemos al 100%. Por seguir con los charcos: si conseguimos que un caballo que no quiere ni acercarse al charco ponga los cascos al borde del agua y no salga corriendo en cuanto deja de notar nuestras ayudas es un auténtico logro. NO hace falta que el primer día atraviese el charco. Cuando hayamos repetido el acercamiento un par de veces podremos pedirle que se meta en el agua.
Generalmente los caballos acceden más fácilmente a este tipo de peticiones si ven que tú lo haces primero. Si vas montado son ellos los que se enfrentan antes al peligro, y no es algo que les guste mucho. Así que, por seguir con los charcos, cálzate unas botas de goma y métete, llevando al caballo del ramal. Cuando vea que tú te metes y que no se te come un cocodrilo le costará menos decidirse a entrar en el agua. Y si por un lado del charco no quiere, lo bordeas y lo intentas por otro frente. Te aseguro que da unos resultados excelentes, y que resulta muchísimo más fácil que pedirlo montado.
En cuanto a las desobediencias "porque sí" siempre he pensado que un caballo no desobedece "porque sí". Siempre hay un motivo para ello: que al salir al campo no haya recibido más que sobresaltos, que le duela la boca por los tirones, que lo machaquemos trabajando o simplemente querencia hacia la cuadra o hacia los compañeros. Lo mejor sería dar ocn el origen del problema para darle uan solución más acertada; pero es cierto que a veces no es posible. Y yo reconozco que alguna vez he usado la fusta cuando un caballo me ha hecho "cosas raras" como no querer saltar una cruzada o pasar por al lado de una bicicleta parada al lado de un árbol. Lo ideal es dedicar tiempo al problema y tratar de solucionarlo "convenciendo" al caballo, en lugar de obligarlo con la fusta. Pero si se diera el caso, como me ha pasado alguna vez, que o pasas o te quedas atrás, la fusta puede ayudar mucho. A veces incluso sólo con que el caballo la vea es suficiente, o con un toquecito; no es necesario pegar con la fusta (hay que tener presente que la fusta no es para pegar, es para reforzar las ayudas).
Si el caballo consigue no pasar o no hacer lo que quere una vez puede no pasar nada, si lo consigue más puede convertirse en una costumbre difícil de eliminar.
Lamento toda la parrafada, espero que al menos algo de lo que he escrito te sirva de ayuda.
Hay cosas a las que sabemos que nuestros caballos tienen miedo, y otras que no lo sabemos porque no se nos ha presentado la ocasión de comprobarlo. Por ejemplo como ya dije mi yegua tiene miedo al agua, y el otro día hablé muy rápido diciendo que no me había tenido que bajar para que pasara por un charco. Esta semana me tuve que desmontar para pasarla, porque no había forma. Y eso que era un charco "conocido", porque era de los de la propia hípica, y ya había pasado por ahí antes. Me bajé, la acaricié y pasé con decisión delante de ella, y conseguí que me siguiera.
Posiblemente la yegua hubiera oído o visto algo que se sumara al charco, y eso haría que decidiera que no quería pasar. Muchas veces son pequeñas cosas las que los asustan, como una simple garrafa al lado de una puerta que el día de antes no estaba. O un camino llano, rodeado de campos de trigo llanos, y que de repente haya una roca en un borde del camino. Los caballos se fijan en todo, y cosas tan insignificantes para nosotros a ellos les produce temor. Y tenemos que tenerlo muy en cuenta.
Así pues, lo que tenemos que hacer es tomar el mando de la situación. No dejarnos llevar por el miedo del caballo y que en nuestra cabeza se meta la idea de "tiene miedo y no quiere pasar, ahora qué hago..." Tenemos que transmitirle confianza. Eso se consigue relajando la tensión de nuestro cuerpo. Sin darnos cuenta cuando el caballo se asusta nos tensamos, en previsión de una posible huída, o un bote, o cualquier otro moimiento brusco e imprevisto que el caballo quiera hacer. Es una reacción de defensa para nosotros mismos, nos preparamos para ese movimiento, pero a la vez es contraproducente para el estado del caballo. Él se tensa porque se asusta, nosotros nos tensamos porque lo notamos a él, y entonces el caballo nota nuestra tensión. Nosotros somos quienes le guiamos, se supone que sabemos por dónde vamos. Si el caballo percibe nuestra tensión lo interpreta como que a nosotros también nos da miedo la situación, y se convierte en un círculo vicioso. Si yo, que soy quien le guía, quien dice por dónde se va, tengo miedo ¿cómo puedo pretender que el caballo asuma la decisión de pasar por ahí, si él lo que hace es fiarse de mí?
Así que una vez analizamos la situación nos sentamos bien y nos relajamos, aunque en tu cerebro bulla la ansiedad. El caballo no debe notarlo. Relajas la espalda, las piernas y los hombros, respiras y acaricias al caballo, o le hablas, o lo que hagas para tranquilizarlo. Y sin prisas. Las prisas no son buenas compañeras, provocan ansiedad que, de nuevo, se transmite al caballo. Si tienes prisa lo disimulas y te relajas, y en lugar de intentar conseguir que el caballo atraviese el charco, o la cancela de la verja, o lo que sea, te limitas a conseguir que se aproxime más de lo que a él le gustaría; lo acaricias y vuelta.
Para conseguir una "victoria" en estas cosas no siempre es necesario que el caballo haga lo que pretendemos al 100%. Por seguir con los charcos: si conseguimos que un caballo que no quiere ni acercarse al charco ponga los cascos al borde del agua y no salga corriendo en cuanto deja de notar nuestras ayudas es un auténtico logro. NO hace falta que el primer día atraviese el charco. Cuando hayamos repetido el acercamiento un par de veces podremos pedirle que se meta en el agua.
Generalmente los caballos acceden más fácilmente a este tipo de peticiones si ven que tú lo haces primero. Si vas montado son ellos los que se enfrentan antes al peligro, y no es algo que les guste mucho. Así que, por seguir con los charcos, cálzate unas botas de goma y métete, llevando al caballo del ramal. Cuando vea que tú te metes y que no se te come un cocodrilo le costará menos decidirse a entrar en el agua. Y si por un lado del charco no quiere, lo bordeas y lo intentas por otro frente. Te aseguro que da unos resultados excelentes, y que resulta muchísimo más fácil que pedirlo montado.
En cuanto a las desobediencias "porque sí" siempre he pensado que un caballo no desobedece "porque sí". Siempre hay un motivo para ello: que al salir al campo no haya recibido más que sobresaltos, que le duela la boca por los tirones, que lo machaquemos trabajando o simplemente querencia hacia la cuadra o hacia los compañeros. Lo mejor sería dar ocn el origen del problema para darle uan solución más acertada; pero es cierto que a veces no es posible. Y yo reconozco que alguna vez he usado la fusta cuando un caballo me ha hecho "cosas raras" como no querer saltar una cruzada o pasar por al lado de una bicicleta parada al lado de un árbol. Lo ideal es dedicar tiempo al problema y tratar de solucionarlo "convenciendo" al caballo, en lugar de obligarlo con la fusta. Pero si se diera el caso, como me ha pasado alguna vez, que o pasas o te quedas atrás, la fusta puede ayudar mucho. A veces incluso sólo con que el caballo la vea es suficiente, o con un toquecito; no es necesario pegar con la fusta (hay que tener presente que la fusta no es para pegar, es para reforzar las ayudas).
Si el caballo consigue no pasar o no hacer lo que quere una vez puede no pasar nada, si lo consigue más puede convertirse en una costumbre difícil de eliminar.
Lamento toda la parrafada, espero que al menos algo de lo que he escrito te sirva de ayuda.
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