Ilusa dijo:
En una noche tremenda, de nieve, hielo, y niebla, salvó a una mujer de morir helada, llevándola a casa buscando los mejores caminos el solo, y escogiendo el mejor aire para cada lugar.
A otra, que recogimos cuando iba perdida por el monte, la salvó de que la llegara la noche andando descaminada, y en la nieve.
joooeeee.... Iván me encantan las historias que compartes con nosotros, a veces mi imaginación va representando lo que narras y se traslada al medievo.
La segunda anécdota no tiene más... es tal como la puse, sin más gracia: íbamos cuatro jinetes por esos montes de Dios, y bajando por un valle, vimos a una mujer joven, en ropa de campo, que al pasar nos preguntó si iba bien para un pueblo. Yo le contesté:
- Vas bien, este es el camino; pero tendrás que echarle tiempo, y dar la vuelta al Mundo... porque vas en sentido contrario al que quieres. Se hará de noche en una hora, así que, para llegar antes, puedes montar en uno de nuestros caballos, y llegarás viva y sana.
Se montó a la grupa de mi caballo, que era el de más confianza, y acostumbrado a llevar a dos, y la llevé de vuelta a su casa. Así acabó la tarde.
La primera es la buena. Aquella mujer y yo habíamos ido, contratados por el Ayuntamiento, como Carteros de los Reyes Magos, corriendo la ciudad y los barrios en nuestros caballos. El día en que volvíamos, nos retrasamos sobre el horario previsto, y a medio camino, a unos siete u ocho kilómetros de casa, cayó la noche.
Para que os hagáis mejor idea, la noche era como las de estos días: una buena nevada, entre -5 y -10º, mucho hielo, y niebla cerrada... ¿se puede pedir más?. Pues más hubo, sin que lo pidiese nadie, porque a poco de anochecer, mi acompañante me dijo que no podría seguir, que apenas podía mover manos y pies, y que no era ya capaz de manejar a su caballo, que era enorme, del tamaño de un percherón. La ofrecí cambiar de caballo, pero no quiso, porque temía al mío, por ser fogoso y demasiado ligero para su gusto. Poco más adelante, viendo que casi no se tenía en la silla, en vez de ofrecer el cambio de nuevo, me bajé, la apee a ella, puse los estribos de Kazak a su medida, alargué los suyos a la mía, la ayudé a montar, me subí yo al mastodonte aquel, encargando a mi caballo que la cuidase... y emprendimos camino, por aquel paisaje tan acogedor... que a poco nos acoge, y no nos suelta.
Pues mi Kazak, viendo que ella no le mandaba nada, cogió un paso largo y suave, y marchó delante, buscando entre la nieve y el hielo los mejores caminos, los atajos, y los pasos más seguros... cuando sentía que el terreno era seguro, trotaba, alargando y acortando el trote según pisaba firme o inseguro. Así, cuidando de ella, y haciendo de guía seguro, llegamos hasta su casa, donde, casi desvanecida, su familia la bajó del caballo y la subió en brazos a su casa; guardé yo al gigante aquel en la cuadra, y me volví galopando y trotando hasta mi casa. Que la noche de marras ya había dado de sí todo lo que tenía que dar... y tuvo bastantes penalidades para repartir en unas cuantas noches más.
Así fueron las dos ocasiones, no las pongo ni un punto más de lo que pasó. Ahora... decidme si trae mala suerte cambiar el nombre a un caballo.
ecijano dijo:
¡Ea! Un Karmagallifante para Kazak y su intrépido jinete.
Ya llevamos no sé cuántas "reencarnaciones", valiente Ecijano.
Saludos a todos.