Ya que no he podido ir estos días a montar, y supongo que hasta el fin de semana no iré, la fiebre y el trancazo que tengo me han hecho estar pensando en una cosa bastante extraña:
Vamos a ver, no sé si os ha pasado alguna vez, pero cuando yo pienso en mi caballo idílico, me viene la mente la imagen de un castaño con 1'70 de alzada, a ser posible PRE, o si no un hanno o algo por el estilo... y como no, del sexo masculino.
Nunca me había planteado la idea de tener una yegua, hasta que este verano me vi con un "bebé" a mi cargo, una potrilla PRE negra como un tizón, con esos ojitos de inocencia y de buena gente que suelen tener los potros.
Y he aquí el conflicto: me resulta imposible querer a la potra como quiero a mi caballo. Y el caso, es que mi caballo tiene una edad considerable, y se me encoge el corazón al pensar en el caso de llegar allí, llamarle desde fuera de la cuadra y que ya no esté. Soy perfectamente consciente de que toda vida tiene un final, pero el final de mi caballo (como el de cualquier otro, pero en su situación influye el factor edad) no sé cuando puede llegar, pero me inquieta pensar en que cualquier día puede ser así. Y cuando él falte, tendré a la niña de la casa.
¿Cómo querer a una yegua igual que a un caballo? Me resulta muy raro. Poneos en este caso:
Si sois hombre: podeis querer igual a un amigo que a una amiga?
O si sois mujer: a una amiga que a un amigo?
Lo mismo es sólo el tiempo que nos separa, que aun no nos conocemos todo lo que podríamos..
Y bueno, también está el dilema de tener que escribir toda la historia en un papel más blanco que la nieve, como es el caso de la potra. Digamos que tengo que tener la pscología suficiente como para hacerlo todo bien, no puedo permitirme errores, ni una base mala, porque de ello depende el futuro de la yegua.
Me aturde toda esta historia: gratificante y hermosa, pero un reto al que jamás me había enfrentado.
Siento la parrafada, será que deliro
Vamos a ver, no sé si os ha pasado alguna vez, pero cuando yo pienso en mi caballo idílico, me viene la mente la imagen de un castaño con 1'70 de alzada, a ser posible PRE, o si no un hanno o algo por el estilo... y como no, del sexo masculino.
Nunca me había planteado la idea de tener una yegua, hasta que este verano me vi con un "bebé" a mi cargo, una potrilla PRE negra como un tizón, con esos ojitos de inocencia y de buena gente que suelen tener los potros.
Y he aquí el conflicto: me resulta imposible querer a la potra como quiero a mi caballo. Y el caso, es que mi caballo tiene una edad considerable, y se me encoge el corazón al pensar en el caso de llegar allí, llamarle desde fuera de la cuadra y que ya no esté. Soy perfectamente consciente de que toda vida tiene un final, pero el final de mi caballo (como el de cualquier otro, pero en su situación influye el factor edad) no sé cuando puede llegar, pero me inquieta pensar en que cualquier día puede ser así. Y cuando él falte, tendré a la niña de la casa.
¿Cómo querer a una yegua igual que a un caballo? Me resulta muy raro. Poneos en este caso:
Si sois hombre: podeis querer igual a un amigo que a una amiga?
O si sois mujer: a una amiga que a un amigo?
Lo mismo es sólo el tiempo que nos separa, que aun no nos conocemos todo lo que podríamos..
Y bueno, también está el dilema de tener que escribir toda la historia en un papel más blanco que la nieve, como es el caso de la potra. Digamos que tengo que tener la pscología suficiente como para hacerlo todo bien, no puedo permitirme errores, ni una base mala, porque de ello depende el futuro de la yegua.
Me aturde toda esta historia: gratificante y hermosa, pero un reto al que jamás me había enfrentado.
Siento la parrafada, será que deliro