Caballos campeones: ¿siempre tan difíciles?

Levamos demasiados dias sin deleitarnos de tus escritos, Luisa.
Ya estoy acostumbrado a entrar y leerte...., no puedo evitarlo.
Si te apetece..., adelante. Seguro seremos muchos que lo agradeceremos.
Un beso.

Serés
 
Tras un par de semanas,...¡eternas...!, sin poder cabalgar con Dominó, ayer, por fín, pude nuevamente disfrutar de su fuerza. Una pequeña lesión, sin importancia, me recomendó mantenerlo entre algodones durante un tiempo. Tras un progresivo programa de entrenamiento a la cuerda y, considerando que ya era el momento propicio, trabajamos juntos, otra vez, comiéndonos el tiempo y apaciguando mis insaciables ganas, con su graciosa majestad y sus elegantes movimientos.

Después salimos a dar una vuelta, en torno a las cuadras, a su paso, siempre atento y alerta, percaténdose de todo cuanto acontecía a su alrededor,...pero confiando.

Un saludo a todos
 
EL CABALLO PRESUMIDO
(relato breve de una tarde cualquiera de verano)

Hoy lucía un atardecer de ensueño.

Suaves colores pastel se entremezclaban caprichosamente en el horizonte, mostrando un espectro caprichoso y espectacular.

Mi caballo caminaba, serio y atento, a mi lado, con su ramal satinado y su engrasada cabezada de cuero.

De vez en cuando oteaba el horizonte, llenaba sus ollares con delicado perfume a hierba húmeda y volvía a entregarme su mirada, seguro ya de que ninguna amenaza acechaba.

Ya en la pista, le susurré, acaricie su cuello terso y enervado y solté amarras a su poderío.

El, conocedor ya de tales protocolos, no partió a la fuga como al principio, sino que apretó el paso y comenzó a describir un perfecto círculo, próximo a mí, con la mirada siempre pendiente. Ampliamos el círculo y le dejé disfrutar del paisaje y de los suaves aromas estivales.

Una pareja de hombres, con aspecto de ganaderos, caminaba cerca, como paseando. Inevitablemente dirigieron su mirada y sus pasos hacia mi caballo. La inconfundible admiración del hombre más viejo me hizo suponer que entendían de caballos.

Maliciosamente emití un ténue chasquido cómplice. Dominó captó al instante y despegó en un trote alado que bien hubiera parecido que surcaba las olas del mar en su velero.

Mientras se suspendía en tan musicales andares, el caballo se percató de su proximidad y les dedicó una mirada, sin dejar de avanzar. Alzó la cola y se elevó tan lejos y tan hermoso que perdí, por instantes, la noción del tiempo.

Aquellos hombres permanecían, en silencio, apoyados sobre la rústica valla de pino, contemplando a mi Pegaso. Ni siquiera murmuraban.

El caballo, presumido y altanero, mostró toda su gallardía. Elevando sus pies hasta casi tocarse el vientre, se lucía, orgulloso, sabiéndose bello como el que más, sintiéndose amado como ninguno.
Por un momento, pareció querer relevarme en el mando y optó por regalarme su deliciosa exhibición de vuelo.

Le llamé, casi en susurros, y él, raudo, detuvo el trote. Se acercó, a mi gesto, y lamió mi mano. Le acaricié con devoción y me dispuse a regresar hacia los boxes, despacio, tal y como los habíamos alcanzado.

Al pasar cerca de ellos, el hombre mayor, de pelo semicano, comentó, en voz ténue: "¡Qué hermoso animal! ¿Qué raza es?

Yo sonreí, orgullosa y feliz, y le contesté: "Es un caballo de reyes,...una raza de dioses, señor".

Un saludo
 
Maravilloso, delicioso, soberbio, tierno, descriptivo, equilibrado, emocionante.... digno de un " caballo de dioses..."
 
Al terminar de leer tu mensaje me di cuenta que no estaba a tu lado contemplando el vuelo orgulloso de tu Pegaso. Es precioso Luisa!
Consigues que uno se sumerja en tus relatos y se olvide de todo cuanto le rodea.
 
Ayer tarde, bajo una ténue brisa continental que desdibujaba los contornos del hermoso horizonte, acudí,... nuevamente,... un día más, a mi cita con Dominó.
Allí estaba asomado, atento ya, alertado por mis pasos, esperando romper juntos la plácida monotonía de un hermoso atardecer.

Lo cepille una eternidad, permitiéndole disfrutar de su masaje favorito, lo ensille, con todo el protocolo y parsimonia que tan sólo esporádicamente nos podemos permitir, pero que tanto me complace. Trencé sus crines en dragonera, engalané todos sus arneses con todo el arte que la vida tuvo a bien regalarme y lo saqué de su box, como quien saca a la lúz una rara pieza de coleccionista.

Lo monté como nunca antes, con una complicidad especial.

Ahora sabía más de él. Conocía algunas de sus sutilezas y me valía de ellas para sacar todo su esplendor a la lúz. El entendía y se hacía entender. Deseaba complacerme. Trabajamos,¡preciosas!, las transiciones. En reunión, su trote es pura lírica, su galope,...un escándalo. Cuando le pido que alargue el tranco, despliega sus alas y se me antoja que despegamos del suelo...

Es realmente indescriptible.

Tras el trabajo, ya a riendas largas, contemplo su esplendor. Sudoroso y relajado, recupera el aliento y agradece las caricias, estremeciéndose ligeramente. Siento como me late el corazón, con fuerza, y creo sentir el suyo. No todo se debe al trabajo.

Cada vez más mío, más entregado,..me sigue, dócil, hasta la cuadra. Una ducha larga y refrescante, un paseo caprichoso en busca de alguna delicia herbal que echarse a la boca,... y media docena de manzanas a pequeños trocitos. Dominó se deja querer. Me busca,...y me encuentra. Me siento orgullosa y satisfecha de mi caballo y no puedo dejar de mirármelo. ¡Qué hechizo el suyo!

Seguiré comentándo mis pequeños progresos.

Un saludo a todos.

Luisa

*Editado por - Luisa on 09/08/2004 13:33:25
 
No podía permitir que mi relato -por entregas-, se viera relegado a la página 10. Tengo la sensación de que me he relajado demasiado y voy a corregir de inmediato ;).

Dominó se acopla cada vez más a las estrcitas exigencias de la DC.
Muchas veces me pregunto si es eso lo que deseo.
A mí me gusta él como es,... imprevisible, fogoso.
Le pido cadencia y ritmo, pero lo que más me gusta de él son sus disparos.
Deseo sentir control sobre su fuerza, aunque no demasiado.

Sé que resulta chocante,...pero, lo cierto es que lo siento así.

Ultimamente me imagino montando a pelo, dejándome llevar, sin nada más en la cabeza que disfrutar de su poderío, de su perfección de movimientos, sin seguir normas, ni reglas, ni duras exigencias que, frecuentemente, no acierto ni a comprender.

Es mi caballo musa, y debiera dejarlo ser tal como es: inspirado, tierno, dulce, desafiante a veces, siempre leal,...

En fin,...era sólo una pequeña reflexión a voces.

Un saludo.
 
Luisa entiendo tu duda y la comparto.

Cuando compramos a Emilio era toda energia incontrolada, de hecho probé el suelo varias veces por sus explosiones. Ahora es todo energia controlada, tanto que en alguna ocasión me gustaría que tuviese alguna alegría.
 
No he podido leer el tema porque me llevaría mucho tiempo, y no lo tengo. Lo que sí te puedo decir es que los caballos campeones suelen ser por naturaleza más difíciles, ten en cuenta que muchas veces son enteros; pero no es nada que se quede sin remedio. Pero claro, como todo, siempre hay escepciones.

amazona_91
 
El baile secreto de Dominó
(Capítulo XXXXXXXVI):))

La otra tarde, engalané mi caballo picazo siguiendo devótamente todo el ritual que tanto me deleita.

Salimos a la gran pista exterior. Un cielo lleno de desdibujados cirros y nubecillas traviesas de color rosa nos ofrecía un horizonte que ínvitaba a soñar despierto.

Un intenso perfume a hierba mojada se revolcaba por cada escondrijo e inundaba el ambiente de frescor engalanado de otoño.

Dominó se azoraba, sediento de libertad y repleto de ganas.

Resoplaba, conteniendo su poderío, respetuoso y siempre atento a la más mínima señal que pudiera hacerle desplegar sus hermosas alas blancas.

Me encanta verlo así, lleno de fulgor, radiante todo él, sintiéndose seguro entre mis piernas, esperando una palabra, un gesto.

Disfruté como un crío, jugueteando con sus ansias, apaciguando su impetu, acorde con el mío,...intentando demostrarle que es preciso aguardar el momento, aunque, en el fondo, mis ganas de despegar fueran tan incontrolables como las suyas.

En un momento mágico, Dominó comenzó a bailar.

No era un repiqueteo retrotado. Era toda una danza,...y era para mí.

Piafó elegantemente sobre la arena húmeda, con toda la cadencia y belleza que mi desconcierto no supo en aquel instante reconocer.

Tras ello, Dominó avanzó, como dejándome ver todo lo que él podía hacer para complacerme. Levantó sus manos del suelo y me ofreció un espectacular passage, lleno de duende.

Me sentí apabullada, sin palabras. Descubrí un poco más de él y me sentí más involucrada. Seguimos trabajando, ya más calmados. El sabía que me gustaba lo que había hecho, su ofrenda de amor...

Un saludo.
 
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