Hace ya más de tres años, comente sobre la serreta en este mismo foro. A día de hoy, sigo considerándome principiante, aunque hayan pasado por mis ojos y por mi asiento varios cientos de ocasiones ecuestres más, y aún así, lo veo exactamente desde el mismo punto de vista e incluso, si por entonces me cabía alguna pequeña duda, a día de hoy no la tengo. Copio tal cual mi opinión de entonces:
Creo que es sencillo, es cuestión de no pensar en la serreta como un elemento especial distinto a los demás, y tener claro cuales son nuestras aptitudes.
Por un lado están los que son capaces de realizar una doma, y por otro los que no lo somos:
- Los primeros, tienen sus propias experiencias anteriores, lo habrán hecho con o sin serreta, y tendrán ya sacadas sus propias conclusiones de sus vivencias, las cuales, como son suyas, son muy respetables. En teoría, las manos de éstos son capaces de utilizar una serreta, decidan hacerlo o no.
- Los segundos, puesto que no tenemos el conocimiento necesario como para domarlos, nos pondremos en manos de quien consideremos oportuno, valorando un montón de circunstancias. Quizá ya ahí nos determine el que la usen o no, igual que nos determinen otras muchas cosas, como instalaciones, disciplina que le especialice, estado general de los animales en sus cuadras, y un largo etcétera. A partir de decidir a quien llevarlo, es nuestra responsabilidad ir de vez en cuando a supervisar la doma del caballo, tanto para comprobar los medios utilizados, como la eficacia de los mismos y consecuente evolución de nuestro animal (con y sin serreta, no creo que sea lo más importante)
Creo que la serreta o no serreta, no es distinta a otro montón de instrumentos que se utilizan para con estos y otros animales. Hay a quien le gusta montar con filete, y quien lo hace con bocado, o quien los comienza con silla de doma, y quien lo hace con potreras, quien los pone manta de invierno y quien no lo considera necesario, quien …
Hay quien lleva su perro aun cachorro con un collar de pinchos lo acostumbra y no tira nunca más, y quien lleva el perro toda la vida medio ahogado y excitado con una simple correita al cuello. También están los casos contrarios.
Personalmente no pondría una serreta en mis manos en ningún caso (actualmente), pero si pondría mi caballo en las manos de un profesional del cual me convencieran sus aptitudes globales, y si él considerase necesario utilizarla, no tendría ningún inconveniente.
Lo bonito de todo esto es que cada uno, desde su nivel, puede dar su toque personal, tanto de doma como de monta, y todo ello conjugado con el propio toque del caballo (por su carácter, su conformación, su disposición, etc.), todo ello conjugado da como resultado que este maravilloso mundo sea un arte, no una fábrica robotizada donde absolutamente todas las piezas son idénticas entre sí.
Un saludo