Está demostrado que el hombre es más inteligente que el caballo; y está demostrado que el caballo no puede hablar ni aprender nuestro lenguaje de signos. Y aceptado que ambas afirmaciones son correctas, es más fácil que el hombre aprenda el idioma del caballo y se comunique así con él, que pretender que el caballo aprenda el del hombre y le hable (con palabras o con signos) y razone a su nivel.
Si se observa un grupo estable de caballos, se ve que los adultos (no sólo sus madres) educan a los potros de dos maneras: pegándoles o alejándolos del grupo (poniéndolos en peligro). Y con “pegar” no me refiero a una paliza, sino más bien a “cachetes”. Pero es seguro que si el individuo corregido no cede, el grupo le castiga mucho más duramente, hasta que aprende a comportarse según las normas de la manada.
La violencia que genera más violencia es la gratuita. Si el caballo entiende la razón del castigo y éste es proporcional a la falta, no generará violencia en el caballo. Por otro lado no hay que olvidar que el sentimiento de venganza es exclusivo del ser humano.
Lo que genera violencia en el caballo es cuando los golpes le caen sin que entienda la razón. Si cuando ve un hombre éste le pega, él pegará antes en cuanto vea uno (si no puede escapar). Si cuando el mozo entra a limpiar le golpea con el rastrillo, cuando vea a alguien con un rastrillo coceará o avisará de que puede hacerlo. Si alguien le pegó estando atado sin ninguna razón, cuando esté atado y note que alguien se le aproxima por detrás, lo avisará o soltará una coz. Podríamos seguir con miles de ejemplos.
Pero otro acto que genera caballos violentos y resabiados, y para mí el que genera los caballos más peligrosos, es el consentirlos y no castigarlos cuando lo merecen. Si educas un caballo desde el principio, para corregir una falta bastará con levantarle algo la voz, o un toque con tus dedos en su nariz, pero si consentimos una falta varias veces, el día que queramos castigarla, tendremos que recurrir a algo más consistente. Así abundan caballos resabiados que han sido consentidos por sus dueños, que al final los han vendido porque no podían con ellos, y que para corregirlos es necesario que una tercera persona se ponga en peligro enfrentándose a él y metiéndolo en cintura. Y todos esos dueños defienden que “no se pega a los animales”, sin asumir que si hoy hay que darle una paliza es porque él no supo atajar el problema en su momento con un cachete.
Y habrá quién defienda que no puede dársele una paliza para corregirlo, pero es que la otra opción en este caso, es el matadero. Así que esa paliza se le dará un verdadero amante de los caballos para intentar salvarle la vida.
Así que ya veis, lo que ha generado violencia es la ausencia de un cachete en su momento.
Un saludo a todos, y perdonar por el ladrillo que acabo de colgar.