TrianaV dijo:
Iván, hay que ver cuántas cosas has dicho con tan pocas palabras...
Ese caballo no merece que se diga menos... es más, él lo dice todo, sin decir nada.
TrianaV dijo:
Cuenta, Iván, cuenta, por favor... No nos dejes con la intriga de saber qué pasó... Además, seguro que esa experiencia puede ser muy interesante...
Pues vamos a ello...
Un tío mío, que desde pequeño andaba loco por los caballos, compró un potro, y, por no dejarlo en un prado, lo trajo a mi casa a vivir "en familia"; aquí se le manoseaba a todas horas, y cada día su dueño venía a pasar la tarde con él. Tratando con gente a diario, el potrillo era un encanto, de esos que "son como personas" (mal dicho, que son mejores cien veces), y mi tío decidió probar con él uno de los métodos de "doma natural" que empezaban a salir entonces (en concreto el de ese tal Hempfling)... le resultó bien para lo que él buscaba, porque el potro se manejaba como un perro: le llamaba y venía, y le llevaba a su lado suelto por la calle, siendo el asombro de los vecinos el caballo aquel "que iba con el amo como un perrín".
Viendo que no le daba ningún disgusto estando entero, y que salvo una escapada juvenil (en que recibió palos hasta hartarse de unos sementales), no mostraba interés por ir detrás de las yeguas, decidió mi tío que no era necesario castrarle, porque además, según le dijeron, "los sementales son más bonitos". En fin, que el potro quedó entero, y entero quedó cuando ya era caballo hecho y derecho. Todo el mundo le alababa la decisión, por lo dócil que era, ya que de adulto seguía yendo suelto donde le mandaban, y le montaban con cabezada de cuadra... a mí nunca me pareció buena la idea, y alguna buena discusión tuvimos por ello, ya que le insistía yo más de la cuenta en que era una temeridad lo que hacía, dijesen lo que dijesen el Hempfling, o el lucero del alba.
Caballo y dueño se mudaron a su pueblo, y diez años largos vivió Zar (que así se llamaba el buen caballo) haciendo su vida de caballo castrado... pero sin castrar. He aquí que al pueblo donde vivía por entonces llegó una yegua muy simpática, que nos hizo a algunos temer disgustos con el entero. Pero no dio casi ninguno, salvo la rabieta que cogió un día que le montaba yo... y buenas pestes que eché del Hempfling, de la cabezada de cuadra, y del caballo entero. Pero esa rabieta no se repitió, convivieron la yegua y él, viviendo cerca, y pasó el celo sin que hiciese ningún intento de seguirla... aunque seguían llevándole a pasear suelto.
A comienzos del año siguiente, le llevaba mi tío a pastar suelto (como de costumbre), y coincidió que la yegua volvía a estar en celo... parece ser que al caballo se le revolvieron todos las instintos, o todos los diablos, y se echó a correr como una exhalación hacia el prado donde la hembra pacía tranquilamente. La mala suerte quiso que el prado aquel de marras estuviese cerrado con una cancilla, pero no de madera, sino de esas de tubos soldados. Zar era buen saltador, y la maldita cancilla no le pareció obstáculo bastante para los ardores que llevaba, así que la saltó... pero fuera por la poca luz, o fuera porque las ansias del amor caballar no le dejaron medir bien el salto, un pie se le quedó entre los hierros, y cayó con todo su peso sobre él, partiéndose la cadera, y quién sabe si algo más.
Fueron veterinarios... pero no pudieron más que acelerarle la muerte, que se vio inevitable, por la sangre que perdía, y por no encontrar medios de moverlo sin que las hemorragias fuesen mayores aún. El disgusto de todos, que a algunos todavía les dura (y hace años ya), no lo cuento, porque lo podéis imaginar.
Así, de una muerte tan absurda, murió en plena juventud un caballo español bellísimo, y de carácter excelente, sin cubrir nunca a ninguna yegua, y sin dejar ningún hijo que justificase el dejarlo entero. Habrá opiniones para todos los gustos... pero yo no dejaría a un caballo mío sin castrar, a menos que quisiese cubrir con él.
Disculpad lo largo de la triste historia de Zar, pero me pareció que sería interesante saber los detalles... que las cosas grandes se saben no dejando escapar las pequeñas.
Saludos para todos.